LV

Cuido una planta bella

que ama y busca la sombra,

como la busca un alma

huérfana, triste, enamorada y sola,

y allí donde jamás la luz del día

llega sino a través de las umbrosas

ramas de un mirto y los cristales turbios

de una ventana angosta,

ella vive tan fresca y perfumada,

y se torna más bella y más frondosa,

y languidece y se marchita y muere

cuando un rayo de sol besa sus hojas.

Para el pájaro el aire, para el musgo la roca,

los mares para el alga, mayo para las rosas;

que todo ser o planta va buscando

su natural atmósfera,

y sucumbe bien pronto si es que a ella

oculta mano sin piedad la roba.

Sólo el humano espíritu al rodar desquiciado

desde su órbita a mundos tristes y desolados,

ni sucumbe ni muere; que del dolor el mazo

fuerte, que abate el polvo y que quebranta el barro

mortal, romper no puede ni desatar los lazos

que con lo eterno le unen por misterioso arcano.

Por eso yo que anhelo que el refulgente astro

del día calor preste a mis miembros helados,

aún aliento y resisto sin luz y sin espacio,

como la planta bella que odia del sol el rayo.

Ya que otra luz más viva que la del sol dorado

y otro calor más dulce en mi alma penetrando

me anima y me sustenta con su secreto halago

y da luz a mis ojos por el dolor cegados.