LVIII

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,

ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros:

lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso

de mí murmuran y exclaman:

—Ahí va la loca, soñando

con la eterna primavera de la vida y de los campos,

y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,

y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha;

mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,

con la eterna primavera de la vida que se apaga

y la perenne frescura de los campos y las almas,

aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños;

sin ellos, ¿cómo admiraros, ni cómo vivir sin ellos?