LXIX

Vosotros que del cielo que forjasteis

vivís como Narciso enamorados,

no lograréis cambiar de la criatura

en su esencia, la misma eternamente,

los instintos innatos.

No borraréis jamás del alma humana

el orgullo de raza, el amor patrio,

la vanidad del propio valimiento,

ni el orgullo del ser que se resiste

a perder de su ser un solo átomo.