LXVIII

Al oír las canciones

que en otro tiempo oía,

del fondo en donde duermen mis pasiones

el sueño de la nada,

pienso que se alza irónica y sombría,

la imagen ya enterrada

de mis blancas y hermosas ilusiones,

para decirme: —¡Necia!, lo que es ido

¡no vuelve!; lo pasado se ha perdido

como en la noche va a perderse el día,

ni hay para la vejez resurrecciones...

¡Por Dios, no me cantéis esas canciones

que en otro tiempo oía!