LXXXIX

Sed de amores tenía, y dejaste

que la apagase en tu boca,

¡piadosa samaritana!,

y te encontraste sin honra,

ignorando que hay labios que secan

y que manchan cuanto tocan.

¡Lo ignorabas!... y ahora lo sabes!

Pero yo sé también, pecadora

compasiva, porque a veces

hay compasiones traidoras,

que si el sediento volviese

a implorar misericordia,

su sed de nuevo apagaras,

samaritana piadosa.

No volverá, te lo juro;

desde que una fuente enlodan

con su pico esas aves de paso,

se van a beber a otra,