[II]

Volved, que os aseguro

que al pie de cada arroyo y cada fuente

de linfa trasparente

donde se reflejó vuestro semblante,

y en cada viejo muro

que os prestó sombra cuando niños erais

y jugabais inquietos,

y que escuchó más tarde los secretos

del que ya adolescente

o mozo enamorado,

en el soto, en el monte y en el prado,

dondequiera que un día

os guió el pie ligero...,

yo os lo digo y os juro

que hay genios misteriosos

que os llaman tan sentidos y amorosos

y con tan hondo y dolorido acento,

que hacen más triste el suspirar del viento

cuando en las noches del invierno duro

de vuestro hogar, que entristeció el ausente,

discurren por los ámbitos medrosos,

y en las eras sollozan silenciosos,

y van del monte al río

llenos de luto y siempre murmurando:

«¡Partieron...! ¿Hasta cuándo?

¡Qué soledad! ¿No volverán, Dios mío?»

Tornó la golondrina al viejo nido,

y al ver los muros y el hogar desierto,

preguntóle a la brisa: —¿Es que se han muerto?

Y ella en silencio respondió: —¡Se han ido

como el barco perdido

que para siempre ha abandonado el puerto!