XLVII

Cuando sopla el Norte duro

y arde en el hogar el fuego,

y ellos pasan por mi puerta

flacos, desnudos y hambrientos,

el frío hiela mi espíritu,

como debe helar su cuerpo,

y mi corazón se queda,

al verles ir sin consuelo,

cual ellos, opreso y triste,

desconsolado cual ellos.

Era niño y ya perdiera

la costumbre de llorar;

la miseria seca el alma

y los ojos además;

era niño y parecía

por sus hechos viejo ya.

Experiencia del mendigo,

era precoz como el mal,

implacable como el odio,

dura como la verdad.