XXXVII

Nos dicen que se adoran la aurora y el crepúsculo,

mas entre el sol que nace y el que triste declina,

medió siempre el abismo que media entre la cuna

y el sepulcro en la vida.

Pero llegará un tiempo quizás, cuando los siglos

no se cuenten y el mundo por siempre haya pasado,

en el que nunca tornen tras de la noche el alba

ni se hunda entre las sombras del sol el tibio rayo.

Si de lo eterno entonces en el mar infinito

todo aquello que ha sido ha de vivir más tarde,

acaso alba y crepúsculo, si en lo inmenso se encuentran,

en uno se confundan para no separarse.

Para no separarse... ¡Ilusión bienhechora

de inmortal esperanza, cual las que el hombre inventa!

Mas ¿quién sabe si en tanto hacia su fin caminan,

como el hombre, los astros con ser eternos sueñan?