XXXVI

Muda la luna y como siempre pálida,

mientras recorre la azulada esfera

seguida de su séquito

de nubes y de estrellas,

rencorosa despierta en mi memoria

yo no sé qué fantasmas y quimeras.

Y con sus dulces misteriosos rayos

derrama en mis entrañas tanta hiel,

que pienso con placer que ella, la eterna,

ha de pasar también.