Jornada III

Entra DON ANTONIO.

  

DON [ANTONIO]

En la sazón del erizado invierno,

desnudo el árbol de su flor y fruto,

cambia en un pardo desabrido luto

las esmeraldas del vestido tierno.

Mas, aunque vuela el tiempo casi eterno,

vuelve a cobrar el general tributo,

y al árbol seco, y de su humor enjuto,

halla con muestras de verdor interno.

Torna el pasado tiempo al mismo instante

y punto que pasó: que no lo arrasa

todo, pues tiemplan su rigor los cielos.

Pero no le sucede así al amante,

que habrá de perecer si una vez pasa

por él la infernal rabia de los celos.

 

(Entra DON FRANCISCO.)

DON FRANCISCO

Siempre han de herir los vientos,

amigo, en cualquier sazón

los ayes de tu pasión,

los ecos de tus lamentos.

DON [ANTONIO]

Si acaso quiero entonar

alguna voz de alegría,

siento que la lengua mía

se me pega al paladar.

A mi angustia, a mi dolencia

no dan alivio los cielos:

que no le tienen los celos,

ni le consiente la ausencia.

DON FRANCISCO

No hay estremo sin su medio,

ni es eterna humana suerte:

sólo no tiene la muerte

en la vida algún remedio.

Naturaleza compuso

la suerte de los mortales

entre bienes y entre males,

como nos lo muestra el uso.

Esta verdad sé bien yo,

sin que en probarla porfíe:

ayer lloraba el que hoy ríe,

y hoy llora el que ayer rió.

DON [ANTONIO]

¡Oh, qué filósofo vienes,

don Francisco!

DON FRANCISCO

Yo confieso

que lo soy por el progreso

de tus males y tus bienes.

Dame los brazos y albricias.

DON [ANTONIO]

Los brazos veslos aquí,

y las albricias de mí

llevarás, si las codicias;

pero yo no sé de qué

me las pides.

DON FRANCISCO

Yo las pido

de que el Amor ha entendido

los quilates de tu fe,

y te la quiero premiar

con entregarte a Marcela.

DON [ANTONIO]

Sé que es burla, y llevaréla

con tu gusto y mi pesar;

pero no sé qué te mueve

a hacer burla de un amigo

tal como yo.

DON FRANCISCO

Verdad digo,

y escucha, que seré breve.

Su padre de Marcela...

DON [ANTONIO]

¡Oh nombres cordialísimos

de Marcela y su padre!

DON FRANCISCO

Escucha: no seas tonto.

DON [ANTONIO]

Escucho y soylo.

DON FRANCISCO

Esta mañana, estando

en misa en San Jerónimo,

al salir de la iglesia

me tomó por la mano.

DON ANTONIO

¡Oh dulce toque!

DON FRANCISCO

¿Qué toque dulce puede

dar la mano de un viejo?

Traslúceseme, amigo,

que así estáis vos en vos, como en el cuento.

DON [ANTONIO]

Luego, ¿no fue Marcela

la que os tocó la mano?

DON FRANCISCO

Que no, sino su padre.

DON ANTONIO

No entendí bien. Seguid, que estoy suspenso.

DON FRANCISCO

Las pacíficas plantas

de las olivas verdes

fueron testigos ciertos

destas palabras que deciros quiero.

DON [ANTONIO]

¡Oh santísimos orbes

de todas las esferas,

a quien inteligencias

supernas rigen, mueven y gobiernan!

Haced que estas razones

en mi provecho sean;

lleguen a mis oídos,

siquiera esta vez sola, alegres nuevas.

DON FRANCISCO

¡Por vida juro! ¡Muérdome

la lengua! ¡Voto a Chito,

que estoy por...! ¡Lleve el diablo

a cuantos alfeñiques hay amantes!

¡Que un hombre con sus barbas,

y con su espada al lado,

que puede alzar en peso

un tercio de once arrobas de sardinas,

llore, gima y se muestre

más manso y más humilde

que un santo capuchino

al desdén que le da su carilinda...!

DON [ANTONIO]

Paréntesis es éste

que se lleva colgada

de cada razón suya

mi alma aquí y allí.

DON FRANCISCO

Pues otro queda.

Pidióle a una fregona

un amante alcorzado

le diese de su ama

un palillo de dientes, y ofrecióle

por él cuatro doblones;

y la muchacha boba

trújole de su amo,

que era viejo y sin muelas, el palillo.

Él dio lo prometido,

y, engastándole en oro,

se lo colgó del cuello,

cual si fuera reliquia de algún santo.

Gemía ante él de hinojos,

y al palo seco y suyo

plegarias enviaba

que en su empresa dudosa le ayudase.

¿Y el otro presumido,

que va a las embusteras

del cedacillo y habas,

y da crédito firme a disparates?

¡Cuerpo del mundo todo!

Descubra el hombre siempre

tal valor y tal brío,

que le muestren varón a todo trance.

No se ande con esferas,

con globos y con máquinas

de inteligencias puras;

atienda, espere, escuche, advierta y mire,

o lo que en daño suyo,

o en su pro, sus amigos

quisieren descubrirle.

DON [ANTONIO]

Atiendo, espero, escucho, advierto y miro.

DON FRANCISCO

Digo, pues, que don Pedro,

el padre de Marcela,

me dijo estas palabras...

DON [ANTONIO]

¿Es mucho que te diga que apresures

la comenzada plática,

de cuyo fin depende

o mi vida o mi muerte?

DON FRANCISCO

Díjome, en fin...

DON [ANTONIO]

¡Primero vendrá el mío!

DON FRANCISCO

¡Colérico, enfadoso

está!

DON [ANTONIO]

¡Cuerpo del mundo!

Acaba, don Francisco,

que está pendiente el alma de tu boca.

DON FRANCISCO

Dijo que yo sea parte,

como que él nada entiende,

que a Marcela, su hija,

se la demandes por mujer.

DON [ANTONIO]

¿Qué escucho?

¿Búrlaste, amigo, o quieres

con falsas esperanzas

entretener las mías?

DON FRANCISCO

No burlo, juro a Dios: verdad te digo.

DON [ANTONIO]

Dame esos pies.

DON FRANCISCO

Levanta.

DON [ANTONIO]

Y pídeme en albricias

el alma, y te la diera,

si ya a Marcela dado no la hubiera.

Mas dime, dulce amigo:

¿tocaste, por ventura,

el cuerpo de don Pedro?

¿Viste si era fantasma o no?

DON FRANCISCO

Perdido

estás desa cabeza.

DON [ANTONIO]

¿Que era don Pedro Osorio,

el padre de Marcela?

DON FRANCISCO

El mismo.

DON [ANTONIO]

¡El mismo!

DON FRANCISCO

El mismo. ¿Qué es aquesto?

DON [ANTONIO]

A tanta desventura

está el corazón hecho,

que no puede dar crédito

a las dichosas nuevas que le intimas;

pero habrá de creerte,

en fe que tú las dices:

que el buen amigo vemos

que es pedazo del alma de su amigo.

DON FRANCISCO

Busca a don Pedro Osorio,

y pídele a su hija

por legítima esposa.

DON ANTONIO

¿Dónde la tiene?

DON FRANCISCO

En Santa Cruz la tiene:

un monesterio santo,

que está puesto muy cerca

de Torrejón y Cubas,

orden del rico capitán de pobres.

DON [ANTONIO]

¿Qué le movió llevarla

a tanto encerramiento?

DON FRANCISCO

No me metí en dibujos,

no le pregunté nada; sólo estuve

atento a su demanda,

y, con la ligereza

posible, vine a darte

la dulce que has oído alegre nueva.

 

(Entran MARCELA y CRISTINA.)

MARCELA

Llega, Cristina, y dile

lo que quieres.

CRISTINA

Ocúpame

el rostro la vergüenza,

y enmudece la lengua.

MARCELA

¡Qué melindres!

Tomarte has con un toro

y con un hombre armado,

¿y de mi hermano tiemblas?

DON [ANTONIO]

Pues, hermana,

¿queréis alguna cosa?

¿Mandáis que os sirva en algo?

Pedid a vuestro gusto,

que estoy en ocasión de hacer mercedes.

MARCELA

En nombre de Cristina,

os pido deis licencia

para que aquesta noche

os hagan una fiesta los de casa;

Muñoz y Dorotea,

Torrente con Ocaña.

CRISTINA

Y nuestro buen vecino

el barbero también, y la barbera,

que canta por el cielo

y baila por la tierra,

con otro oficial suyo,

nos tienen de ayudar; dígalo todo.

MARCELA

Dígolo todo, y digo,

hermano, que yo gusto

que esta fiesta se haga.

DON [ANTONIO]

Digo que soy contento, y doy licencia

para que el cielo rompa

en diferentes lenguas

y en fiestas diferentes

las cataratas del placer, y salga

a playa mi contento.

DON FRANCISCO

Y aun, a ser necesario,

haré yo mi figura.

[DON ANTONIO]

Y aun yo, que soy valiente recitante.

CRISTINA

Mil años, señor, vivas;

mil regocijos buenos

el corazón te ocupen.

Hacerme tengo rajas esta noche.

DON [ANTONIO]

El término decente

de honestidad se guarde,

Cristina.

CRISTINA

¡Bueno es eso!

Bailaremos a fuer de palaciegos.

DON [ANTONIO]

Vamos, amigo.

DON FRANCISCO

Vamos;

aunque don Pedro agora

no está en Madrid.

DON [ANTONIO]

¿Pues, dónde?

DON FRANCISCO

A Santa Cruz es ido,

y volverá mañana.

DON [ANTONIO]

Vamos a dar al cielo

gracias porque ha mirado mi buen celo.

 

(Éntranse DON FRANCISCO y DON ANTONIO.)

  

MARCELA

Mira, Cristina, que sea

el baile y el entremés

discreto, alegre y cortés,

sin que haya en él cosa fea.

CRISTINA

Hale compuesto Torrente

y Muñoz, y es la maraña

casi la mitad de Ocaña,

que es un poeta valiente.

El baile te sé decir

que llegará a lo posible

en ser dulce y apacible,

pues tiene que ver y oír:

que ha de ser baile cantado,

al modo y uso moderno;

tiene de lo grave y tierno,

de lo melifluo y flautado.

Es lacayuno y pajil

el entremés, y me admira

de verle una tiramira

que tiene de fregonil.

MARCELA

La fiesta será estremada.

CRISTINA

Basta que agradable sea.

MARCELA

¿Sabe el dicho Dorotea?

CRISTINA

Ninguno no ignora nada

de lo que a su parte toca.

Dame, señora, lugar,

que nos hemos de ensayar.

MARCELA

Vamos.

CRISTINA

De gusto voy loca.

 

(Éntranse.)

(Salen TORRENTE y OCAÑA, cada uno con un garrote debajo del brazo.)

TORRENTE

Señor Ocaña, a esta parte,

que está más llano el camino.

OCAÑA

Por esta vez, peregrino

traidor, no pienso de honrarte

con darte el lado derecho,

porque he de tomar el tuyo.

Desas ceremonias huyo,

lánguidas y sin provecho;

adondequiera voy bien,

al diestro o siniestro lado,

y no quiero, acomodado,

que otros lugares nos den

del que me cupiere acaso,

y sé yo, señor Torrente,

que tiene de lo imprudente

hacer destas cosas caso.

TORRENTE

¿Es daga aquese garrote,

señor Ocaña?

OCAÑA

Es un palo

que por martas lo señalo

para ablandar un cogote.

¿Y es puñal aquese vuestro?

TORRENTE

Es una penca verduga

que las espaldas arruga

del maldiciente más diestro.

OCAÑA

Luego, ¿vais a castigar

algún maldiciente?

TORRENTE

Sí.

OCAÑA

Pues no pasemos de aquí,

que yo también he de dar

doce palos a un bellaco,

socarrón, traidor, y miente.

TORRENTE

Si lo dices por Torrente,

daré destierro a este saco,

y haré en calzas y en jubón,

ya con el palo o sin él,

que confieses ser tú aquel

desmentido y socarrón.

OCAÑA

Tente, Torrente; ¿estás loco?,

ten tus cóleras a raya,

si quieres que yo me vaya

en las mías poco a poco.

¿Han de fenecer aquí,

por gustos de mozas viles,

dos Héctores, dos Aquiles?

TORRENTE

Mueran. ¿Qué se me da a mí?

OCAÑA

¡Vive Dios!, que Cristinilla

me mandó te apalease;

a lo menos, te reglase

la una y otra mejilla

con una navaja aguda:

que es, si en ello mirar quieres,

entre las crudas mujeres,

la más insolente y cruda.

Lo mismo a mí me mandó

que a ti.

TORRENTE

Sin duda, ansí es.

   

OCAÑA

¿Y saldrá con su interés?

TORRENTE

Amigo Ocaña, eso no.

Vivamos para beber,

pues para beber vivimos,

y estos dijes y estos mimos

con otros se han de entender

de más tiernas intenciones

y de más sufribles lomos;

no con nosotros, que somos

malos sobre socarrones.

Disimula; vesla allí

donde viene; disimula.

OCAÑA

Ésta es la más mala mula

que en mi vida rasqué o vi.

TORRENTE

Contemporicémosla.

Quizá mudará el rigor:

que su mudanza en mejor

se ha de poner en quizá.

(Entra CRISTINA.)

  

CRISTINA

Apostaré que están hechos

pedazos mis dos amantes,

que revientan de arrogantes

y de coléricos pechos.

Pero allí están sosegados

más que en misa. ¿Cómo es esto?

Aún no se habrán descompuesto,

que son rufos recatados.

TORRENTE

Señora Cristina mía...

CRISTINA

¿Tuya? ¡Bueno!

TORRENTE

Pues ¿que no?

CRISTINA

¿Quién a ti a Cristina dio?

TORRENTE

El dinero y la porfía.

CRISTINA

¿Qué dinero?

TORRENTE

Aquel que pienso

darte en llegando la flota,

si no es que, de puro rota,

da al mar el usado censo.

CRISTINA

¿Tú no me das algo, Ocaña?

OCAÑA

Cristina, ¿yo no te he dado,

como poeta rodado,

del entremés la maraña?

¿Hay día que no te cebe

con dos cuartos y aun con tres?

CRISTINA

Si es que sale el entremés

tal que mi señor le apruebe,

yo me daré por pagada

y satisfecha, que es más.

TORRENTE

Cristina, ¿no nos dirás,

si es que el caso no te enfada,

a cuál de los dos más quieres?

CRISTINA

Es injusta petición,

y aquesa declaración

no la han de hacer las mujeres

como yo; mas, si gustáis

que por señas os lo diga,

haré lo que a más me obliga

el amor que me mostráis.

Muestra si traes un pañuelo,

Ocaña.

OCAÑA

Sí traigo, y roto,

y te le ofrezco devoto

con sano y humilde celo.

CRISTINA

Toma este mío, Torrente,

y con esto he declarado

lo que me habéis preguntado

honesta y discretamente.

Y adiós; y venid, que es hora

de ensayar el entremés.

(Éntrase CRISTINA.)

TORRENTE

Si no te aclaras después,

más confuso estoy agora

que antes de hacer la pregunta.

OCAÑA

Pues yo me aplico la palma,

que en mi provecho mi alma

estas razones apunta:

a ti dio, sin darle nada,

y, sin darme, a mí, tomó;

con el darte, te pagó;

llevando, queda obligada

al pago que recibió.

TORRENTE

A quien toman lo que tiene,

dan muestra que se aborrece;

y en el dar, claro parece

que más amor se contiene,

pues con las dádivas crece.

OCAÑA

La verdad desta cuestión

quede a la mosquetería,

que tal hay que en él se cría

el ingenio de un Platón.

Estos capipardos son

poetas casi los más,

y tal vez alguno oirás

que a socapa dice cosas

que parece, de curiosas,

que las dicta Barrabás.

 

(Éntranse TORRENTE y OCAÑA.)

(Salen DON ANTONIO, DON FRANCISCO, CARDENIO y MARCELA, y MUÑOZ.)

DON [ANTONIO]

Quiera Dios que la fiesta corresponda

al buen deseo de los recitantes.

MUÑOZ

Será maravillosa, porque danza

nuestro vecino el barberito, ¡y cómo!

 

(Asómase a la puerta del teatro CRISTINA, y dice:)

  

CRISTINA

Pónganse todos bien, que ya salimos.

MARCELA

¿Han venido los músicos?

CRISTINA

Ya tiemplan.

 

(Éntrase CRISTINA.)

(Salen OCAÑA y TORRENTE, como lacayos embozados.)

  

TORRENTE

Paréceme que vas algo dañado,

Ocaña.

OCAÑA

Cuando voy desta manera,

va el juïcio en su punto. Tú no sabes

cómo el calor vinático despierta

los espíritus muertos y dormidos.

De suerte voy que pelearé con ciento,

sin volver el pie atrás una semínima.

CARDENIO

No es muy mala la entrada.

MUÑOZ

¿Cómo mala?

Digo que es la mejor cosa del mundo.

Yo soy su medio autor.

TORRENTE

Ocaña, ¿es éste

el zagüán de la fiesta?

OCAÑA

No diviso:

que tengo las lumbreras algo turbias

Adonde oyeres música, repara.

TORRENTE

Escucha, que aquí sale Cristina

y Dorotea.

OCAÑA

Cáigome de sueño.

 

(Salen DOROTEA y CRISTINA como fregonas.)

DOROTEA

Aquesta tarde, Cristinica amiga,

pienso bailar hasta molerme el alma.

CRISTINA

Y yo, hasta reventar he de brincarme.

¡Cómo tarda Aguedilla, la del sastre!

DOROTEA

¿Díjote que vendría?

CRISTINA

Y Julianilla,

la del entallador, con Sabinica,

que sirve a la beata en Cantarranas.

DOROTEA

Todas son bailadoras de lo fino.

En fregando, vendrán.

CRISTINA

Como nosotras,

que lo dejamos todo hecho de perlas.

De la cena no curo; que mi amo

dos huevos frescos sorbe, y a Dios gracias.

DOROTEA

El mío nunca cena; que es asmático,

y con dos bocadillos de conserva

que toma, se santigua y se va al lecho.

CRISTINA

Y tu ama, ¿qué hace? ¿No se acuesta?

DOROTEA

No toméis menos; puesta de rodillas

dentro de un oratorio, papa santos

dos horas más allá de los maitines.

CRISTINA

También es mi señora una bendita,

y, por nuestra desgracia, ellas son santas.

DOROTEA

Pues ¿no es mejor, amiga, que lo sean?

CRISTINA

No; ni con cien mil leguas. Si ellas fueran

resbaladoras de carcaño, acaso

tropezaran aquí y allí rodaran;

y, sabiendo nosotras sus melindres,

tuviéramos la nuestra sobre el hito:

ellas fueran las mozas, y nosotras

fuéramos las patronas a baqueta,

como dice il toscano.

DOROTEA

Verdad dices:

que el ama de quien sabe su criada

tiernas fragilidades, no se atreve,

ni aun es bien que se atreva, a darle voces,

ni a reñir sus descuidos, temerosa

que no salgan a plaza sus holguras.

CRISTINA

¿Has visto qué calzado trae Lorenza,

la que sirve al letrado boquituerto?

¿Quién se le dio, si sabes?

DOROTEA

Un su primo

donado, que es un santo.

CRISTINA

¡Ay Dorotea,

cómo los canonizas!

DOROTEA

Oye, hermana,

que los músicos suenan, y el barbero,

gran bailarín, es éste que aquí sale.

MUÑOZ

¡Vive el cielo!, que es cosa de los cielos

el entremés.

OCAÑA

Aquel viejo me enfada;

que le he de dar, pondré, una bofetada.

(Entran los MÚSICOS y el BARBERO, danzando al son deste romance:)

[MÚSICOS]

De los danzantes la prima

es este barbero nuestro,

en el compás acertado,

y en las mudanzas ligero.

Puede danzar ante el rey,

y aqueso será lo menos,

pues alas lleva en los pies

y azogue dentro del cuerpo.

Anda, aguija, salta y corre

aquí y allí como un trueno,

adóranle las fregonas,

respétanle los mancebos.

OCAÑA

Oíganme, pido atención;

no gusto destos paseos,

deste dar coces al aire

y puntapiés a los vientos.

Toquen unas seguidillas,

y entendámonos; y advierto

que se juegue limpiamente,

y sepan que no me duermo.

MUÑOZ

¿Hay tal Ocaña en el mundo?

¿Hay tal lacayo en el cielo?

BARBERO

Alto, pues; vayan seguidas.

CRISTINA

Sí, amigo, porque bailemos.

MÚSICOS

       Madre, la mi madre,

       guardas me ponéis;

       que si yo no me guardo,

       mal me guardaréis.

TORRENTE

Esto sí, ¡cuerpo del mundo!,

que tiene de lo moderno,

de lo dulce, de lo lindo,

de lo agradable y lo tierno.

MÚSICOS

       Dicen que está escrito,

       y con gran razón,

       que es la privación

       causa de apetito.

       Crece en infinito

       encerrado amor;

       por eso es mejor

       que no me encerréis:

       que si yo no me guardo...

OCAÑA

Ya les he dicho que bailen

a lo templado y honesto:

que no gusto que se beban

de las niñas el aliento.

BARBERO

¡Por vida del so lacayo,

que nos deje, que aquí haremos

lo que más nos diere gusto!

OCAÑA

Bailen: después nos veremos.

MÚSICOS

       Es de tal manera

       la fuerza amorosa

       que a la más hermosa

       vuelve en quimera.

       El pecho de cera,

       de fuego la gana,

       las manos de lana,

       de fieltro los pies:

       que si yo no me guardo, &c.

TORRENTE

Tampoco a mí me contentan

estas vueltas ni floreos:

que se requiebran bailando,

pues son requiebros los quiebros.

MÚSICOS

Señores lacayos, vayan

y monden la haza, y déjennos.

OCAÑA

Musiquillo de mohatra,

canta y calla, que queremos

estar aquí a tu pesar.

MÚSICOS

       Está bien dicho; cantemos.

       Que tiene costumbre

       de ser amorosa,

       como mariposa

       se va tras su lumbre,

       aunque muchedumbre

       de guardas le pongan,

       y aunque más propongan

       de hacer lo que hacéis:

       que si yo no me guardo...

TORRENTE

Varilla de volver tripas,

no hagas tantos meneos;

lagartija almidonada,

baila a lo grave y compuesto.

DOROTEA

Bodegón con pies, camine,

que aquí no le conocemos;

calle o pase, porque olisca

a lacayo y a gallego.

MUÑOZ

Éstas sí que son matracas,

que tienen del caballero,

de lo ilustre y de lo lindo,

de lo propio y lo risueño.

OCAÑA

Bailar quiero con Cristina.

TORRENTE

No con mi consentimiento.

¿No se acuerda el sor Ocaña

que a mí me dio su pañuelo,

y que, en fe de ser su cuyo,

sobre ella dominio tengo,

y que los rayos del sol

no la han de tocar, si puedo?

OCAÑA

¿Y no sabe el so Torrente

que soy aquel que merezco

bailar con un arzobispo,

aunque sea el [de] Toledo?

CARDENIO

¿No pasa el baile adelante?

OCAÑA

No; que ha de pasar primero

de Ocaña la valentía,

su venganza y su denuedo.

TORRENTE

¡Ay narices derribadas

y tendidas por el suelo!

Pero toma esta respuesta:

de Tarpeya mira Nero.

MUÑOZ

Diole. ¡Mal haya la farsa

y el autor suyo primero!

Pero yo no di esta traza,

ni escribí tal en mis versos.

BARBERO

¡Pasado de parte a parte

está el pobre Ocaña!

MARCELA

¡Ay cielos!

BARBERO

Yo les tomaré la sangre,

que para esto soy barbero.

DOROTEA

¡Mi señora se desmaya!

DON [ANTONIO]

Yo tengo la culpa desto,

pues que sabía que Ocaña

es buzaque en todo tiempo.

BARBERO

¡Paños, estopas, aguijen;

tráiganme claras de huevos!

CARDENIO

¡Huye, traidor enemigo;

huye, traidor, que le has muerto!

TORRENTE

Mire si halla mis narices,

porque sin ellas no pienso

salir un paso de casa.

CARDENIO

¡Sal, que le has muerto!

TORRENTE

¡No quiero!

DOROTEA

¡Ay, sin ventura, señora!

DON [ANTONIO]

Las dos llevadla allá dentro.

Miren quién llama a esa puerta.

¡Y la rompen! ¿Qué es aquesto?

DON FRANCISCO

Yo pondré que es la justicia,

que a los llantos lastimeros

destas muchachas acude.

CRISTINA

Aqueso tengo yo bueno:

que no lloraré una lágrima

si viese a mi padre muerto;

y más, viéndome vengada

destos dos amantes ciegos,

importunos, maldicientes,

socarrones, sacrílegos,

pobres, sobre todo, y ruines:

¡mirad qué estremos estremos!

(Entran un ALGUACIL y un CORCHETE.)

  

ALGUACIL

¿Qué guitarra es aquésta?

CORCHETE

Aquí hay sangre. ¿Qué es aquesto?

TORRENTE

Yo soy, que estoy sin narices.

OCAÑA

Y yo, que estoy casi muerto.

ALGUACIL

No se me vaya ninguno;

cierren esas puertas luego.

MUÑOZ

De aquí habremos d[e] ir...

DOROTEA

¿Adónde?

MUÑOZ

A la cárcel, por lo menos.

DON [ANTONIO]

¿No la habéis echado el agua?

DOROTEA

Ya vuelve en sí.

CORCHETE

¿Qué haremos?

¿Han de ir a la cárcel todos?

ALGUACIL

El caso sabré primero.

TORRENTE

¡Que tengo de ir a Turpia!

OCAÑA

¡Que esté tan cerca mi entierro!

¡Mete la tienta, cuitado,

con más blandura y más tiento!

BARBERO

Más de dos palmos le cuela.

OCAÑA

Si yo cuatro azumbres cuelo,

no es bien se mire conmigo

en dos varas más o menos.

CORCHETE

Veamos estas narices.

TORRENTE

Paso, detente, reniego

de tus pies y de tus patas:

que las pisas, y tendremos

que enderezarlas si acaso

quedan chatas.

CORCHETE

Yo no veo

en el suelo tus narices.

TORRENTE

Verdad, porque aquí las tengo.

MUÑOZ

¡Milagro, milagro, y grande!

OCAÑA

Tú, compasivo barbero,

por lo hueco de una bota

entraste la tienta a tiento.

DON [ANTONIO]

Luego, ¿todo esto es fingido?

OCAÑA

Sí, señor.

DON [ANTONIO]

¡Por Dios del cielo!,

que estoy por hacer que salga

lo que es fingido por cierto.

¡Desnudar, donde hay mujeres,

espadas!

TORRENTE

¡Ah, señor bueno,

qué mal sientes de sus bríos!

DON [ANTONIO]

Digo que sois majadero.

ALGUACIL

Luego, ¿todo aquesto es burla?

OCAÑA

Todo aquesto es burla luego,

pero después serán veras.

CARDENIO

¡Qué buen relente tenemos!

DON FRANCISCO

El picón, por Dios bendito,

que ha sido de los más buenos

que he visto hacer en mi vida.

DOROTEA

¿Bailaremos más?

CRISTINA

Bailemos.

MARCELA

No, porque aún no estoy en mí

del sobresalto, y deseo

reparar el accidente

que me ha puesto en recio estremo.

DON [ANTONIO]

Entraos, hermana.

MARCELA

Vení

conmigo vosotras.

TORRENTE

Demos

sobresaltado remate

al principio de sosiego.

 

(Éntranse CRISTINA, MARCELA y DOROTEA.)

ALGUACIL

De que todo sea comedia,

y no tragedia, me alegro;

y así, a mi ronda, señores,

con vuestra licencia, vuelvo.

(Éntranse el ALGUACIL y el CORCHETE.)

CARDENIO

Ocaña y Torrente, digo

que el asunto fue discreto

del picón, y que se hizo

con propiedad en estremo.

MUÑOZ

El principio todo es mío,

pero no lo fue el progreso;

el perulero y Ocaña

tienen el diablo en el cuerpo.

OCAÑA

Miren la herida por quien

metió la tienta el barbero,

que, mientras es más profunda,

más vida y bien me prometo.

(Enseña una bota de vino.)

TORRENTE

Preguntar quiero otra vez,

mis señores mosqueteros,

quién ha de llevar la gala

de los trocados pañuelos.

Pensadlo para otra vez,

que en este sitio saldremos

con preguntas más agudas,

con entremeses más buenos.

Y advertid que soy Torrente,

perulero por lo menos,

y os daré selvas de plata

y mil montes de oro llenos.

OCAÑA

Hermanos, yo soy Ocaña,

lacayo, mas no gallego;

sé brindar y sé gastar

con amigos cuanto tengo.

 

(Éntranse todos.)

(Entran DON SILVESTRE DE ALMENDÁREZ, el verdadero, con una gran cadena de oro, o que le parezca, y CLAVIJO, su compañero.)

DON SILVESTRE

Si no llega al retrato su hermosura,

y della ha declinado alguna parte,

podrá buscar en otra su ventura.

CLAVIJO

Señor, lo que yo puedo aconsejarte

es que procures que la vista sea

la que desta verdad ha de informarte;

y si tu prima acaso fuere fea,

no faltarán escusas con que impidas

el lazo que se teme y se desea:

que, a darle el matrimonio por dos vidas,

las glorias que no diera la primera,

fueran en la segunda prevenidas.

Un nudo solo dado a la ligera,

aprieta, est[r]echa y liga de tal suerte,

que dura hasta la hora postrimera.

No fue de Gordiano el lazo fuerte

tan duro de romper como este nudo,

que sólo se desata con la muerte.

Mancebo eres, pero muy sesudo,

y así, de que has de hacer como discreto

tan confiado estoy, que en nada dudo.

DON SILVESTRE

De seguir tus consejos te prometo.

Ésta es buena coyuntura,

porque imagino que es ésta

mi prima.

CLAVIJO

Como es hoy fiesta,

saldrá a misa.

DON SILVESTRE

¡Gran ventura!

De mi primo ésta es la casa.

Ella es; no hay qué dudar.

CLAVIJO

Toda la puedes mirar,

si es que descubierta pasa.

(Salen MARCELA y DOROTEA, con mantos, y detrás QUIÑONES, con una almohada de terciopelo, y MUÑOZ, que lleva a MARCELA de la mano.)

  

MARCELA

Delantero cargó Ocaña,

Muñoz, en el entremés.

MUÑOZ

¿No sabes, señora, que es

el mayor cuero de España?

MARCELA

Desenvainar las espadas,

me dio pena.

MUÑOZ

Aquellas monas

nunca las sacan tizonas,

porque todas son coladas.

Embebe como esponja

vino Ocaña, y aun Torrente

bebe como hombre valiente,

sin melindre y sin lisonja.

MARCELA

¿Don Silvestre queda en casa?

DOROTEA

Sí, señora; y acostado.

MARCELA

Mi primo es tan regalado,

que ya de lo honesto pasa.

¿Traes, Dorotea, las Horas?

DOROTEA

Sí, señora.

MUÑOZ

El corazón

me dice que hoy el sermón

tiene de durar tres horas.

(Al pasar, DON SILVESTRE y CLAVIJO hacen a MARCELA una gran reverencia, y ella, ni más ni menos.)

Pero yo le oiré de modo

que fastidio no me pille.

MARCELA

Luego, ¿no pensáis oílle?

MUÑOZ

Alguna parte, no todo.

 

(Éntrase MARCELA, MUÑOZ, DOROTEA y QUIÑONES.)

DON SILVESTRE

Ésta es Marcela, mi prima,

y el retrato le parece.

CLAVIJO

Por cierto que ella merece

ser tenida por la prima

de hermosura y gentileza,

y estaría en perfección

grande, si su discreción

llega donde su belleza.

DON SILVESTRE

Primo y don Silvestre dijo,

y que quedaba acostado,

y que era muy regalado:

¿qué infieres desto, Clavijo?

CLAVIJO

De lo que pueda inferir,

ingenio no se resuelve;

mas el escudero vuelve,

que nos lo podrá decir.

 

(Vuelve MUÑOZ.)

MUÑOZ

Viejo en pie, largo sermón,

temblores de puro frío,

y el estómago vacío,

no llaman la devoción.

Aquí, al sol estaré, en tanto

que se quiebra la cabeza

este fraile, rica pieza,

que todos tienen por santo.

CLAVIJO

Díganos, señor galán:

¿quién es aquesta señora

que entró de la mano ahora?

MUÑOZ

¿Adónde?

CLAVIJO

En San Sebastián.

MUÑOZ

Es Marcela de Almendárez,

doncella la más garrida

que vive en toda la corte,

más honesta y recogida.

Es su hermano don Antonio

de Almendárez. Tiene en Indias

un hermano de su padre,

rico a las mil maravillas,

un hijo del cual en casa

se huelga a pierna tendida,

esperando si de Roma

el Padre Santo le envía

licencia para casarse

con Marcela, que es su prima.

DON SILVESTRE

¿Y llámase?

MUÑOZ

Don Silvestre

de Almendárez, y es de Lima,

y a nuestra casa llegó,

puedo decir, en camisa,

porque en una gran tormenta

echó al mar dos mil valijas

llenas de tejuelos de oro

finísimo y plata fina,

y entre ellas fue mi bayeta,

que fue oída y no fue vista.

CLAVIJO

¡Válame Dios! ¡Grave caso!

MUÑOZ

Éste que viene podría

contaros el caso grave

con más luenga narrativa:

que se halló presente a todo,

con gran dolor de su ánima.

DON SILVESTRE

Ánima, querréis decir.

MUÑOZ

No me importa a mí una guinda

pronunciar con dinguindujes.

 

(Entra TORRENTE.)

  

TORRENTE

Muñoz, ¿en qué está la misa?

MUÑOZ

En el misal: ahora empieza.

TORRENTE

¿Pasó por aquí Cristina?

MUÑOZ

Entre la cruz creo que andáis,

Torrente, y la agua bendita.

Bastan las de vuestro ojos,

sin buscar ajenas niñas;

que es Ocaña apitonado

y sabe mucho de esgrima.

TORRENTE

En este caso y en otros,

¿mondo yo, por dicha, níspolas?

Y, cuando no, su cabeza

tiene de guardar la mía.

 

(Entra un CARTERO destos que andan por la corte dando las cartas del correo.)

  

CARTERO

¿Don Antonio de Almendárez,

saben dónde vive, a dicha,

señores?

MUÑOZ

Hombre de bien,

a la vuelta, en una esquina.

¿Son de Roma?

CARTERO

Sí, señor.

MUÑOZ

La dispensación sería

que aguarda el gran peregrino

y la en beldad peregrina.

¿Cuánto es el porte?

CARTERO

Un escudo.

MUÑOZ

¡Hoste, puto! Vaya y diga

al mayordomo de casa

que le pague y la reciba.

 

(Éntrase el CARTERO.)

  

TORRENTE

Agora sí que tendremos

gusto abierto y rica jira,

regodeos hasta el tope,

lautas y limpias comidas.

Mudaremos este pelo

de sayal con cebollinas

martas.

MUÑOZ

Procurad que sean

ajunas, que sean más finas.

Con tantos gustos, sin duda,

que olvidaréis la tormenta

que pasastes, que, a mi cuenta,

debió ser en la Bermuda:

que siempre en aquel paraje

hay huracanes malignos.

TORRENTE

Tanto, que de peregrinos

hicimos pleito homenaje

yo y mi señor don Silvestre;

mas yo tengo por lunático

quien sube en caballo acuático,

cuando le tiene terrestre

A la sorda y a la muda

íbamos muy sin placer,

cuando llegamos a ver

la venta de la Barbuda;

pero tenía cerradas

las puertas, si viene a mano,

y no hay fiarse cristiano

de viejas que son barbadas.

DON SILVESTRE

Y la canal de Bahama,

¿pasóse sin detrimento?

TORRENTE

Otra canal yo no siento

que aquesta por do derrama

sus dulces licores Baco.

CLAVIJO

¿Dónde se alijó el navío?

TORRENTE

No le alijó el señor mío,

que le tuvo por bellaco;

y más, que espera tener

hijos en su prima hermosa.

MUÑOZ

La respuesta, aunque graciosa,

nos ha de echar a perder.

DON SILVESTRE

¿En el golfo de las Yeguas

sería el trance cruel?

TORRENTE

Creo que pasamos dél

desviados cuatro leguas.

CLAVIJO

¿Y dónde se tomó tierra?

TORRENTE

En el suelo.

DON SILVESTRE

Dice bien.

MUÑOZ

Vuesas mercedes nos den

licencia.

DON SILVESTRE

Donaire encierra

el peregrino, en verdad:

que si aspirara a piloto,

que yo le diera mi voto

con poca dificultad,

porque describe los puertos

y los golfos bravamente.

MUÑOZ

Es estimado Torrente

de los pilotos más ciertos

que encierra Guadalcanal,

Alanís, Jerez, Cazalla.

TORRENTE

Baco en sus Indias se halla,

pasando por mi canal.

MUÑOZ

Si la plática no atajo

en ocasión oportuna,

vos os veis, sin duda alguna,

Torrente amigo, en trabajo.

 

(Éntranse TORRENTE y MUÑOZ.)

(Salen DON ANTONIO, DON FRANCISCO y DON AMBROSIO (trae un papel en la mano).)

DON AMBROSIO

Si desto albricias no dais,

o esta verdad no creéis,

ni de mi mal os doléis,

ni de mi bien os holgáis.

Tras la noche triste mía,

amarga, lóbrega, escura,

hizo salir la ventura

claro sol y alegre día.

Por las levantadas cumbres

de imposibles que temí,

mi luz clara salir vi

llena de piadosas lumbres,

que como nortes me guían

al puerto con dulces modos,

y de los peligros todos

del mar de amor me desvían.

Ya Marcela ha parecido,

y con esa letra y firma

todos mis bienes confirma;

ya, cual veis, soy su marido.

DON [ANTONIO]

¿Sabéis vos que ésta es su mano

y firma?

DON AMBROSIO

Sin duda alguna.

DON [ANTONIO]

Con tan próspera fortuna,

bien es que os mostréis ufano;

pero de su padre sé

que la casa en otra parte.

DON AMBROSIO

Él ni nadie será parte

a que se rompa la fe

que con sangre viene escrita

en ese papel que veis.

DON [ANTONIO]

Haga Amor que la gocéis

luengo tiempo en paz bendita.

Tomad, y hágaos buen provecho

vuestra ventura estremada.

DON FRANCISCO

La mujer determinada

pone a todo trance el pecho.

Pero veis aquí do viene,

el padre de vuestra esposa.

DON AMBROSIO

Esperarle aquí no es cosa

que a mis designios conviene.

(Entra el PADRE de Marcela, y vase AMBROSIO, y entra también OCAÑA.)

  

PADRE

Como fue demanda honesta

la que os hice, vengo a ver

si vino a corresponder

con mi intención la respuesta,

que ya en público la pido:

que no quiero que rodeos

encubran que mis deseos

no son de padre advertido.

Daré al señor don Antonio...,

deste modo lo diré,

...mi alma, pues le daré

a mi hija en matrimonio.

En ella le daré esposa

bien nacida, cual se sabe,

y aun estremo adonde cabe

el mayor de ser hermosa;

una niña a quien apenas

el sol ni el viento han tocado;

un armiño aprisionado

con religiosas cadenas;

una que son sus cuidados

de simple y tierna doncella;

y ofrezco en dote con ella

de renta dos mil ducados.

DON [ANTONIO]

Con mucho gusto, señor

don Pedro Osorio, hiciera

lo que tan bien me estuviera,

mirando a vuestro valor;

mas la señora Marcela

ha ganado por la mano

a vuestro intento tan sano,

que en honrarla se desvela:

ella se ha escogido esposo,

que es el que salió de aquí.

PADRE

¿Mi hija Marcela?

DON FRANCISCO

Sí.

PADRE

Padre triste, viejo astroso,

¿qué escuchas? ¿Cómo es aquesto?

DON FRANCISCO

Una cédula le ha dado

de su mano, donde ha echado

de lo que es amor el resto.

PADRE

¿Será falsa?

DON FRANCISCO

Podría ser;

pero imagino que no.

PADRE

Pues ¿para qué os la mostró?

DON [ANTONIO]

Turba el sentido el placer.

[PADRE]

Primero que él la vea,

primero que él la toque,

primero que la goce,

ha de perder la vida, o yo la mía.

¡Que venga un embustero,

con sus manos lavadas,

y no limpias por esto,

y el alma os robe y saque de las carnes...!

Mitades son del alma

los hijos; mas las hijas

son mitad más entera,

por cuyo honor el padre ha de ser lince.

OCAÑA

Por Cristo benditísimo,

que la razón le sobra

por cima los tejados

a este pobre señor, de quien me duelo.

¡Que aquestos pisaverdes,

aquestos tiquimiquis

de encrespados copetes,

se anden a pescar bobas con embustes...!

DON [ANTONIO]

Majadero, ¿qué es esto?

OCAÑA

Yo callo y me arrepiento

de lo dicho.

DON [ANTONIO]

Mostrenco,

¿de cuándo acá os metéis vos en docena?

OCAÑA

¡Que no pueda hacer baza

yo con este mi amo,

y si a las discreciones

jugamos, quince y falta puedo darle...!

PADRE

No os quiero pedir nada,

ni es razón que os la pida,

hijo, que, si lo fuérades,

remozara mis canas y mis días.

¡Hijas inobedientes,

que al curso de los años

anticipáis el gusto,

destrúyaos Dios, los cielos os maldigan!

(Éntrase el PADRE.)

DON [ANTONIO]

¡Mi gozo está en el pozo!

DON FRANCISCO

¿Y si es falsa la cédula?

DON [ANTONIO]

Aunque lo sea, amigo,

ya el honor titubea de Marcela.

Cuanto más, que se sabe

que es bueno don Ambrosio,

y no levantaría

tan grande testimonio.

DON FRANCISCO

Así lo creo.

DON [ANTONIO]

Doncella de escritorios,

de públicas audiencias,

de pruebas y testigos,

no es para mí.

OCAÑA

¡Sentencia aristotélica!

(Entran TORRENTE y CARDENIO.)

 

TORRENTE

¿A cuándo, cuitado, aguardas?

¿Qué diligencias has hecho

que te sean de provecho?

¿A qué esperas? ¿A qué tardas?

Lugar tienes y ocasión

para rogar y fingir.

CARDENIO

Yo tengo para morir,

no para hablar, corazón.

TORRENTE

Tu silencio ha de ser causa

de toda tu desventura.

CARDENIO

Su honestidad y hermosura

ponen en mi intento pausa.

Al cabo habré de morir

callando.

TORRENTE

¡Qué simple amante!

CARDENIO

Medroso, mas no ignorante.

TORRENTE

Todo lo puedes decir.

(Entran MARCELA, DOROTEA, MUÑOZ y CRISTINA, y QUIÑONES.)

  

MARCELA

La torpeza en vos se halla;

caminad, que os valga Dios.

OCAÑA

Uno a uno, dos a dos,

juntado se ha gran batalla.

 

(Entran SILVESTRE y CLAVIJO.)

  

DON SILVESTRE

¿Un don Silvestre está aquí

que tiene por sobrenombre

Almendárez?

CARDENIO

Gentilhombre,

yo soy. ¿Qué queréis de mí?

DON SILVESTRE

Dadme, señor, vuestros pies,

que soy grande servidor

de vuestro padre.

CARDENIO

Señor,

cortés, mas no tan cortés.

DON SILVESTRE

Diez mil pesos ensayados,

con vos, me escribe mi padre,

me envía, y tres mil mi madre.

TORRENTE

Pesos serán bien pesados.

Catorce mil se tragó

el mar, como soy testigo.

DON SILVESTRE

Trece mil son los que digo.

TORRENTE

Catorce mil digo yo.

CARDENIO

Es verdad; yo recebí,

señor, todo ese dinero;

pero el mar...

CLAVIJO

Aquí no hay pero.

DON SILVESTRE

Yo responderé por mí;

callad vos. También me envía

de vuestra prima un retrato.

TORRENTE

Sorbiósele el mar ingrato

sin guardarle cortesía.

Pensamos que se amansara

tocándole su figura,

y por respeto y mesura

en su lecho se acostara;

pero fue tan mal mirado,

que alzó montes sobre montes,

y escondió los horizontes

y aun la faz del sol dorado.

MARCELA

No era reliquia el retrato.

CLAVIJO

No; pero si él le arrojara

con devoción, se mostrara

manso el mar y el cielo grato.

TORRENTE

Todo esto en la memoria

no está, Muñoz, que nos diste,

y si nos caen en el chiste,

nuestra desdicha es notoria.

DON SILVESTRE

¿Vuesa merced tiene, acaso,

otro hermano?

CARDENIO

Sí, señor.

MUÑOZ

No, señor. ¡Oh grande error!

¡Mil sustos de muerte paso!

CLAVIJO

¿Cómo se llama?

TORRENTE

Don Juan

de Almendárez.

DON SILVESTRE

¿Qué edad tiene?

TORRENTE

Aquella que le conviene.

OCAÑA

Examinándoles van,

y yo no sé para qué.

DON SILVESTRE

¿Tocaron en la Bermuda?

TORRENTE

Ya he dicho desa Barbuda

otra vez lo que yo sé.

DON SILVESTRE

No ingenio, mas ignorancia,

es fabricar la maldad,

de quien está la verdad,

no dos dedos de distancia.

Yo soy, señor don Antonio,

vuestro primo verdadero,

y de ser éste embustero

darán claro testimonio

mis papeles y el retrato

de mi señora Marcela.

MUÑOZ

¡El alma se me revela!

¡Si hoy no me muero, me mato!

DON SILVESTRE

Dadme, señora, esos pies

por vuestro primo y esposo.

DON FRANCISCO

¡Éste es caso prodigioso!

MARCELA

Cortés, mas no tan cortés.

TORRENTE

Tres días ha, desventurado,

que, por no querer hablar,

te has de ver, a bien librar,

en galeras y azotado.

Embistiérasla, malino,

y no aguardaras a verte

en la desdichada suerte

y en el traje peregrino.

DON FRANCISCO

¿Quién eres?

CARDENIO

Un estudiante.

TORRENTE

Y yo su capigorrón,

que tengo de socarrón

harto más que de ignorante.

CARDENIO

Solicitóme el amor

a entrar en esta conquista

a la sombra de una lista...

TORRENTE

Que la escribió este traidor

de Muñoz.

MUÑOZ

¡Dios sea conmigo!

¡Llegó de Muñoz el fin!

DON [ANTONIO]

¡Ah escudero viejo y ruin!

OCAÑA

Eso pido y eso digo.

CARDENIO

Estos soles sobrehumanos,

por quien mi mal crece y mengua,

pusieron freno a mi lengua,

como esposas a mis manos.

En los rayos de sus ojos

se despuntaban los míos,

y nunca mis desvaríos

llegaron a darla enojos.

Si me queréis castigar,

primero advertid, señores,

que los yerros por amores

son dignos de perdonar.

DON [ANTONIO]

En albricias, el perdón

te diera, mas ten aviso

que el Pontífice no quiso

conceder dispensación

entre mi primo y mi hermana.

MARCELA

Casamientos de parientes

tienen mil inconvenientes.

CLAVIJO

El favor todo lo allana.

Yo iré a Roma, y la traeré.

DON SILVESTRE

Yo, aunque primo verdadero,

ni quedarme en casa quiero,

ni poner en ella el pie:

que la honra de mi prima

ha de ir contino adelante,

sin que haya otro estudiante

que la asombre o que la oprima.

CRISTINA

¿No ha de haber un casamiento

en esta casa jamás?

OCAÑA

Tú, Cristina, le harás,

si te ajustas a mi intento.

CRISTINA

Yo me ajusto al de Quiñones.

QUIÑONES

Pues yo no me ajusto al tuyo.

CRISTINA

¿Tú, para no ser mi cuyo,

hallas razón?

QUIÑONES

Y razones.

CRISTINA

Ocaña, si me deseas,

vesme aquí.

OCAÑA

No es mi linaje

tal, que lo que arroja un paje

escoja yo, ni tal creas.

TORRENTE

A no estar temiendo aquí

la penca de algún verdugo,

ese arrojado mendrugo

le tomara para mí.

CRISTINA

¡Malos años y mal mes!

TORRENTE

Acordársete debía,

facinorosa arpía,

del pañuelo y entremés.

MARCELA

Con licencia de mi hermano

y de mi primo, yo quiero

sentenciar al escudero

y al gran embustero indiano.

Trocará la mano el juego

a cuyas leyes me arrimo:

quedarse ha en casa mi primo,

y él se salga della luego.

Lleve su vergüenza a cuestas,

que es la venganza mayor

que puede tomar Amor

de invenciones como aquéstas.

A Muñoz le doy la pena

que da el arrepentimiento

y el destierro.

MUÑOZ

Yo bien siento

ser ángel el que condena.

Mi alma no se alboroza

con sentencia que es tan pía,

pues ve que yo merecía

azotes, si no coroza.

OCAÑA

Bien haya la lacayuna

humilde y valiente raza,

pues que traiciones no traza

para subir su fortuna.

Junto a la caballeriza,

y al olor de su caballo,

con sus bríndez, siento y hallo

que sus gustos soleniza.

CRISTINA

De Quiñones desechada,

y de Ocaña no escogida,

aún no he de quedar perdida,

porque espero ser ganada.

Hace quien se desespera

un grandísimo pecado,

y es refrán muy bien pensado

que tal vendrá que tal quiera.

DOROTEA

Yo sola soy sin ventura.

Es tan corto el hado mío,

que no ha alcanzado mi brío

lo que impide la hermosura.

Nunca he sido requebrada,

ni sé amor a lo que sabe;

mas esto y mucho más cabe

en la ventura quebrada.

TORRENTE

Siento en aqueste desastre

sólo el perder a Cristina.

MUÑOZ

Camina, Muñoz, camina,

pobre, sin bayeta y sastre.

 

(Éntrase.)

  

DOROTEA

Sin Marcela, don Antonio,

se entra amargo el corazón.

(Éntrase.)

DON SILVESTRE

Y yo sin dispensación.

 

(Éntrase.)

CRISTINA

Cristina sin matrimonio.

(Éntrase.)

  

CLAVIJO

Yo seguiré de mi amigo

los pasos, medio contento.

 

(Éntrase.)

DON FRANCISCO

Yo alabaré el pensamiento

de don Antonio, a quien sigo.

 

(Éntrase.)

MARCELA

Yo quedaré en mi entereza,

no procurando imposibles,

sino casos convenibles

a nuestra naturaleza.

(Éntrase.)

OCAÑA

Esto en este cuento pasa:

los unos por no querer,

los otros por no poder,

al fin ninguno se casa.

Desta verdad conocida

pido me den testimonio:

que acaba sin matrimonio

la comedia Entretenida.

(Éntrase.)

 

FIN

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