DESPUES DE LA BATALLA.

El hórrido fragor de la pelea

Por fin cesó; ya no los atambores

Y el agudo clarín nuevos horrores

Anuncian en la lucha gigantea.

El cañon se apagó; tan solo humea

La roja sangre, y se oyen los clamores

Del herido infeliz que en sus dolores

La atónita mirada allí pasea.

Está pensando en el hogar tranquilo

En que dejara á la hechicera esposa

Junto á la cuna del dormido infante;

Y al ver que llega á destrozar el hilo

De su vida, la parca presurosa,

¡Perdón! perdón! prorumpe delirante.