EL CORO
¡Ay, ay! Nunca pensé que tales nuevas
Insólitas sonaran en mi oído,
Y que tan triste y lúgubre espectáculo
Mi ánimo vacilante aterraría.
¡Ay, ay! Suerte fatal, fortuna de Io,
Horror causa tu vista.
PROMETEO
¿Ora te espantas
Y llenas de temor? Pues aún espera
Lo que falta sufrir.
EL CORO
Dílo, que es grato
Al que padece conocer primero
El término fatal de sus dolores.
PROMETEO
Ya la oísteis narrar sus propias cuitas.
Ora sabed qué males le reserva
La indignación de Juno. ¡Hija de Inaco,
Fija bien en tu mente mis palabras!
Caminarás primero hacia el Oriente,
Por campos que aún no ha roto el corvo arado,
Verás a los escíticos pastores
Que lanzan diestros voladoras flechas,
Y conducen en carros sus moradas;
No te acerques a ellos; por la orilla
Del mar camina, mas las rocas huye.
La gente inhospital de los Calybes,
Forjando el hierro, a la siniestra habitan;
Guárdate de ellos. Llegarás a un río
Que no sin causa llaman el Soberbio,
No le pases; su tránsito es difícil;
Mas por otro camino te endereza
A la cima del Cáucaso, eminente
Sobre todos los montes; de su cumbre
Desciende de agua poderosa vena,
Y a los cielos su frente se avecina.
Llegarás por la vía meridiana
Al pueblo que aborrece a los varones:
Las Amazonas. Morarán un día
En Temiscyra, cabe el Termodonte,
En las fauces del Ponto, en Salmydesia,
Escollo a naos, madrastra a navegantes.
Ellas te mostrarán por qué camino
Puedes llegar a las estrechas bocas
De la laguna, al Bósforo Cimmerio,
Que así han de apellidarle los mortales,
Cuando con pecho audaz e ingente gloria
Las Meóticas fauces atravieses.
Dejando entonces de la Europa el suelo,
Del Asia tocarás el continente.
¿No os parece que el tirano Jove
Es en todo violento? Porque quiso
De esta mortal gozar, a tal carrera
Luego la expuso. Ingrato amante, Io,
La suerte te otorgó. Lo que he narrado
Es tan sólo el proemio de tus males.