El coro y Prometeo: vv. 687 - 741

EL CORO

¡Ay, ay! Nunca pensé que tales nuevas

Insólitas sonaran en mi oído,

Y que tan triste y lúgubre espectáculo

Mi ánimo vacilante aterraría.

¡Ay, ay! Suerte fatal, fortuna de Io,

Horror causa tu vista.

PROMETEO

¿Ora te espantas

Y llenas de temor? Pues aún espera

Lo que falta sufrir.

EL CORO

Dílo, que es grato

Al que padece conocer primero

El término fatal de sus dolores.

PROMETEO

Ya la oísteis narrar sus propias cuitas.

Ora sabed qué males le reserva

La indignación de Juno. ¡Hija de Inaco,

Fija bien en tu mente mis palabras!

Caminarás primero hacia el Oriente,

Por campos que aún no ha roto el corvo arado,

Verás a los escíticos pastores

Que lanzan diestros voladoras flechas,

Y conducen en carros sus moradas;

No te acerques a ellos; por la orilla

Del mar camina, mas las rocas huye.

La gente inhospital de los Calybes,

Forjando el hierro, a la siniestra habitan;

Guárdate de ellos. Llegarás a un río

Que no sin causa llaman el Soberbio,

No le pases; su tránsito es difícil;

Mas por otro camino te endereza

A la cima del Cáucaso, eminente

Sobre todos los montes; de su cumbre

Desciende de agua poderosa vena,

Y a los cielos su frente se avecina.

Llegarás por la vía meridiana

Al pueblo que aborrece a los varones:

Las Amazonas. Morarán un día

En Temiscyra, cabe el Termodonte,

En las fauces del Ponto, en Salmydesia,

Escollo a naos, madrastra a navegantes.

Ellas te mostrarán por qué camino

Puedes llegar a las estrechas bocas

De la laguna, al Bósforo Cimmerio,

Que así han de apellidarle los mortales,

Cuando con pecho audaz e ingente gloria

Las Meóticas fauces atravieses.

Dejando entonces de la Europa el suelo,

Del Asia tocarás el continente.

¿No os parece que el tirano Jove

Es en todo violento? Porque quiso

De esta mortal gozar, a tal carrera

Luego la expuso. Ingrato amante, Io,

La suerte te otorgó. Lo que he narrado

Es tan sólo el proemio de tus males.

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