EL CORO
Refiere lo primero,
En gracia a Io, y a nosotras habla
De tu libertador. Lo deseamos.
PROMETEO
No lo quiero negar; graba, ¡oh Io!
De tu memoria en las tablillas esto:
Cuando el río atravieses que separa
Entrambos continentes, hacia el orto
Y la cuna del sol tu paso guía,
A los campos gorgóneos de Cisthene
Llegarás, de las Fórcides ancianas,
Tres, cygniformes, con un ojo solo
Y un solo diente, habitan, ni reciben
La luz del sol, ni de la tibia luna,
No lejos, las alígeras hermanas
Con sierpes por cabellos; las Gorgonas
Enemigas del hombre, que no puede
Su vista resistir, sin que se apague
El aliento vital. De tales sitios
Huye veloz; más monstruos aún te esperan.
Verás los grifos, los de agudas garras
Mudos perros de Jove, y los jinetes
Arimaspos, monóculos, que habitan
Del aurifluo Plutón en las riberas.
Guárdate, no te acerques. Aún más lejos
Verás el negro pueblo que las fuentes
Del sol conoce y del etíope río.
Seguirás por su orilla, hasta que llegues
A los biblinos montes, de do el Nilo
Su veneranda y fecundante linfa
Manda a la triangular tierra egipcíaca.
Allí es donde los hados te conceden
Fundar colonia. Imperarán tus hijos
En remotas edades. Si algo obscuro
El vaticinio fuere, a declararlo
Estoy pronto; pregunta; que más ocio
Del que quisiera tengo.
EL CORO
Decir puedes
Lo que te reste; mas si ya expusiste
Su peregrinación, cuéntanos hora
Lo prometido.
PROMETEO
De sus viajes todos
Ya sabe el fin. Y para que comprenda
Que mi adivinación no es ciencia vana,
Brevemente diré lo que ha pasado
Antes de aquí llegar. Fuiste primero
A los molosios campos y a la excelsa
Dodona, en que el oráculo y la sede
De Zeus Tesfroto está; do las encinas
Fatídicas esposa te llamaron
De Jove, si algún día la fortuna
Propicia se mostrare. Arrebatada
De súbito furor, por la marina
Al seno ingente de la madre Rea
Viniste; mas de nuevo te llevaron
Tus pasos hacia atrás. El mar de Jonia
Tu nombre llevará, cual monumento
Que denuncie tu paso a los mortales.
Ya ves que lo pasado yo conozco
Como lo porvenir, en vista clara.
Ora escuchadme todas; en Egipto
Canopo está como ciudad extrema,
En las bocas del Nilo; fuerte dique
A las marinas ondas. Allí Jove
Tu mente calmará, con suave diestra
Halagándote. Y luego al negro Epafo
Parirás. Cuanto riega el Nilo undoso,
Suyo será. Mas vírgenes cincuenta
De su quinta progenie, al suelo de Argos
Bien a disgusto tornarán, huyendo
Las nupcias de sus primos. Como sigue
El gavilán a tímida paloma,
Tal ellos correrán por alcanzarlas;
Pero sin fruto. La pelasga tierra
Recibirá sus cuerpos, cuando caigan
Bajo el hierro cruel de sus esposas,
En una misma noche atravesados.
¡Para mis enemigos, tales bodas!
Moveráse a piedad una tan sólo,
Y a su consorte salvará, queriendo
Antes tímida ser que sanguinaria.
De ella procederá la estirpe de Argos,
Y de esa estirpe el fuerte saetero
Que estos lazos me quite. Tal oráculo
Me dio mi madre, la titania Temis.