El coro y Prometeo: vv. 782 - 876

EL CORO

Refiere lo primero,

En gracia a Io, y a nosotras habla

De tu libertador. Lo deseamos.

PROMETEO

No lo quiero negar; graba, ¡oh Io!

De tu memoria en las tablillas esto:

Cuando el río atravieses que separa

Entrambos continentes, hacia el orto

Y la cuna del sol tu paso guía,

A los campos gorgóneos de Cisthene

Llegarás, de las Fórcides ancianas,

Tres, cygniformes, con un ojo solo

Y un solo diente, habitan, ni reciben

La luz del sol, ni de la tibia luna,

No lejos, las alígeras hermanas

Con sierpes por cabellos; las Gorgonas

Enemigas del hombre, que no puede

Su vista resistir, sin que se apague

El aliento vital. De tales sitios

Huye veloz; más monstruos aún te esperan.

Verás los grifos, los de agudas garras

Mudos perros de Jove, y los jinetes

Arimaspos, monóculos, que habitan

Del aurifluo Plutón en las riberas.

Guárdate, no te acerques. Aún más lejos

Verás el negro pueblo que las fuentes

Del sol conoce y del etíope río.

Seguirás por su orilla, hasta que llegues

A los biblinos montes, de do el Nilo

Su veneranda y fecundante linfa

Manda a la triangular tierra egipcíaca.

Allí es donde los hados te conceden

Fundar colonia. Imperarán tus hijos

En remotas edades. Si algo obscuro

El vaticinio fuere, a declararlo

Estoy pronto; pregunta; que más ocio

Del que quisiera tengo.

EL CORO

Decir puedes

Lo que te reste; mas si ya expusiste

Su peregrinación, cuéntanos hora

Lo prometido.

PROMETEO

De sus viajes todos

Ya sabe el fin. Y para que comprenda

Que mi adivinación no es ciencia vana,

Brevemente diré lo que ha pasado

Antes de aquí llegar. Fuiste primero

A los molosios campos y a la excelsa

Dodona, en que el oráculo y la sede

De Zeus Tesfroto está; do las encinas

Fatídicas esposa te llamaron

De Jove, si algún día la fortuna

Propicia se mostrare. Arrebatada

De súbito furor, por la marina

Al seno ingente de la madre Rea

Viniste; mas de nuevo te llevaron

Tus pasos hacia atrás. El mar de Jonia

Tu nombre llevará, cual monumento

Que denuncie tu paso a los mortales.

Ya ves que lo pasado yo conozco

Como lo porvenir, en vista clara.

Ora escuchadme todas; en Egipto

Canopo está como ciudad extrema,

En las bocas del Nilo; fuerte dique

A las marinas ondas. Allí Jove

Tu mente calmará, con suave diestra

Halagándote. Y luego al negro Epafo

Parirás. Cuanto riega el Nilo undoso,

Suyo será. Mas vírgenes cincuenta

De su quinta progenie, al suelo de Argos

Bien a disgusto tornarán, huyendo

Las nupcias de sus primos. Como sigue

El gavilán a tímida paloma,

Tal ellos correrán por alcanzarlas;

Pero sin fruto. La pelasga tierra

Recibirá sus cuerpos, cuando caigan

Bajo el hierro cruel de sus esposas,

En una misma noche atravesados.

¡Para mis enemigos, tales bodas!

Moveráse a piedad una tan sólo,

Y a su consorte salvará, queriendo

Antes tímida ser que sanguinaria.

De ella procederá la estirpe de Argos,

Y de esa estirpe el fuerte saetero

Que estos lazos me quite. Tal oráculo

Me dio mi madre, la titania Temis.

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