Hermes y Prometeo: vv. 944 - 1.035

HERMES

A ti, sofista

Insolente y acerbo, de los dioses

Enemigo, que diste a los mortales

Efímeros, su honor; ladrón del fuego,

Te manda el padre que reveles pronto

De qué nupcias hablabas, quién del solio

Ha de arrojarle. Y dílo sin enigmas

Ni ambajes, Prometeo. No me obligues

A repetir el viaje. Tus palabras

Para calmar a Jove no aprovechan.

PROMETEO

Soberbio, altisonante es tu discurso,

Cual de ministro de los dioses. Nuevos

En el imperio sois, e inexpugnables

Os juzgáis. Pero yo desde esa altura,

¿No he visto descender a dos tiranos?

El tercero caerá con ignominia,

Y muy pronto. ¿Imaginas que yo temo

De esos dioses de ayer la fiera saña?

Libre de miedo estoy. Vuélvete, Hermes,

Por do viniste. Ni preguntes nada,

Que nada he de decir.

HERMES

Tu tesón loco

Te trajo a estas miserias.

PROMETEO

Yo no cambio

Mis males por tu oficio, y antes quiero

Padecer a esta roca encadenado

Que de Jove ser nuncio. Con injuria

A la injuria respondo.

HERMES

Que te alegras

De tus presentes daños imagino.

PROMETEO

¿Yo alegrarme? ¡Ojalá que mis contrarios,

Y entre ellos tú, tal gozo conocieran!

HERMES

¿También a mí me achacas tu infortunio?

PROMETEO

Yo aborrezco a los dioses, cuantos fueron

Al beneficio ingratos...

HERMES

Tú deliras.

PROMETEO

Si es un delirio odiar al enemigo,

Yo delirante soy.

HERMES

¿Quién te sufriera

En la prosperidad?

PROMETEO

¡Ay de mí, infeliz!

HERMES

Nunca conoce tal palabra Zeus.

PROMETEO

La aprenderá, que el tiempo enseña todo.

HERMES

Mas tú nunca aprendiste a ser prudente.

PROMETEO

Verdad; que si lo fuera, a ti, su esclavo,

No te hablaría.

HERMES

¿Nada me respondes

De lo que el Padre quiere?

PROMETEO

¡Complacerle

Debo sumiso!

HERMES

¡Tú de mí te burlas,

Como de un niño!

PROMETEO

Y aún más simple eres

Que niño alguno, si saber esperas

Algo de mí. Ni Zeus con tormentos

Logrará, o artificio, que yo hable,

Si no suelta mis lazos. Aunque arroje

Candente llama contra mí y en blanco

Torbellino de nieve, o subterráneo

Terremoto, confunda el orbe entero,

No me doblegará. No he de decirle

Quién será el sucesor.

HERMES

No te conviene

Tal terquedad... repara...

PROMETEO

Todo visto

Y decretado está de largo tiempo.

HERMES

Aprende alguna vez, ¡oh temerario!

En tus presentes males la prudencia.

PROMETEO

Molesto estás. Yo sordo cual las olas;

Nunca imagines que podré, aterrado

Por el rayo de Zeus, como débil

Mujer, tender mis manos suplicantes

Al que aborrezco más, porque me libre

De estos dolores. Nunca en tal afrenta

He de caer.

HERMES

Ni yo tornaré a hablarte;

Vano será, pues como indócil potro

El freno tascas, y violento luchas

Contra la rienda. Nada te persuade

Ni te aplaca. Es tu cólera impotente,

No la rige prudencia. Pero escucha,

Si no me obedecieres, qué tormenta

Caerá de males sobre ti. Primero

Estas ásperas rocas se harán trozos

Con el rugir del trueno, y con la llama

Del rayo, y en su centro pedregoso

Tu cuerpo ocultarán. Tras largos días

Volverás a la luz, y el perro alado

De Júpiter, el águila sangrienta,

Encontrará en tus carnes alimento,

Y vendrá cuotidiano convidado

En tu hígado negro a apacentarse.

Ni esperes ver el fin de tu suplicio,

Hasta que un dios por ti quiera ofrecerse,

Y al Orco descender caliginoso,

Y al Tártaro profundo. Delibera

Que no son éstas vanas amenazas,

Sino anuncio seguro. No la boca

De Zeus es falsa nunca; cuanto dice

Luego se cumple. Piensa, reflexiona;

Mejor que pertinacia es la prudencia.

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