V

 

Otro sueño absurdo, que maneja cifras:

«Uno de mis conocidos el señor M., ha sido atacado en un artículo nada menos que por el propio Goethe. Todos reconocemos la injusticia de tan violento ataque pero, como es natural, dada la personalidad del atacante ha quedado M. totalmente aniquilado, y se lamenta con gran amargura ante varias personas reunidas en torno de una mesa. Sin embargo, no ha disminuido su veneración por Goethe. Intento aclarar las circunstancias de tiempo, que me parecen inverosímiles. Goethe murió en 1832. Por tanto, su ataque tiene que ser anterior a esta fecha, y M. debía de ser por entonces muy joven. Me parece plausible que tuviera unos dieciocho años. Mas no sé con seguridad en qué año estamos y de este modo mi cálculo se hunde en las tinieblas. El ataque a M. se halla contenido en un artículo de Goethe titulado Naturaleza.»

 

Sin gran dificultad encontramos los medios de justificar la insensatez de este sueño. M., al que conocí en una comida, me pidió hace poco que reconociera a su hermano mayor, el cual presentaba síntomas de perturbación mental, dependiente de una parálisis progresiva. Durante mi visita se desarrolló una desagradable escena en la que el enfermo me reveló, sin que yo le diese motivo ni ocasión para ello, las faltas de su hermano, aludiendo a su disipada juventud. En este reconocimiento pregunté al paciente la fecha de su nacimiento y le hice verificar luego algunos pequeños cálculos para investigar el grado de debilitación de su memoria, pruebas que sostuvo aún satisfactoriamente. Advierto ya que me conduzco en mi sueño como un paralítico. (No sé con seguridad en qué año estamos.) Otra parte del material del sueño procede de una segunda fuente. Un amigo mío, director de una revista médica, había acogido en ella abrumadora crítica contra el último libro de mi amigo Fl., de Berlín. El autor de esta crítica era un joven nada capacitado aún para enjuiciar obras científicas de importancia. Creyéndome con cierto derecho a intervenir en el asunto, escribí al director de la revista, el cual me contestó que sentía mucho haberme disgustado con la inserción de aquella crítica, pero que no podía poner remedio ninguno al hecho consumado. En vista de esto, le notifiqué mi decisión de no colaborar más en su publicación, esperando, sin embargo, que lo sucedido no influiría para nada en nuestras relaciones personales. La tercera fuente de este sueño reside en el relato que de la enfermedad de su hermano me había hecho pocos días antes una paciente mía. Dicho individuo había tenido un ataque de locura frenética en el cual exclamó a grandes gritos: ¡Naturaleza! ¡Naturaleza! Los médicos habían opinado que tal exclamación provenía del ensayo de Goethe así titulado y constituía una indicación del exceso de trabajo que había pesado sobre el enfermo en sus estudios. Por mi parte, me parecía más plausible dar a dicha palabra el sentido sexual en que suele ser empleada corrientemente, y el hecho de que el infeliz enfermo atentara poco después contra su integridad física, mutilándose los genitales, pareció darme la razón. Cuando sufrió el primer ataque de locura tenía este individuo dieciocho años.

 

Teniendo en cuenta que el libro de mi amigo tan duramente criticado («Llega uno a preguntarse si es la obra de un loco o somos nosotros los que hemos perdido la razón», manifiesta otro crítico) trata de las circunstancias temporales de la vida y refiere la duración de la vida de Goethe a un múltiplo de una cantidad de significación biológica, resulta fácil deducir que mi sueño me sitúa en el lugar de mi amigo. (Intento aclarar las circunstancias de tiempo.) Pero me conduzco como un paralítico y el sueño cae en el absurdo. Esto quiere decir que en las ideas latentes existe el siguiente juicio irónico: «Naturalmente, es él quien está loco, y vosotros sois unos genios que sabéis mucho de estas cosas. ¿No será más bien al revés?» Esta inversión aparece ampliamente representada en él contenido del sueño: Goethe ha atacado a un hombre actualmente joven, lo cual es absurdo, mientras que a cualquier joven literato actual le es posible criticar duramente al inmortal escritor. En el sueño calculo tomando como punto de partida el año de la muerte de Goethe, mientras que en mi visita al paralítico.le hice calcular partiendo del año de su nacimiento.

 

He prometido anteriormente demostrar que ningún sueño es animado sino por sentimientos egoístas. Voy, pues, a justificar el que en este caso haga mío el pleito de mi amigo, sustituyéndome a él. El convencimiento crítico de mi pensamiento despierto no basta para justificar tal sustitución. Pero la historia del infeliz enfermo de dieciocho años y la diferente interpretación de sus exclamaciones -«¡Naturaleza! ¡Naturaleza!»- alude a la oposición en la que mi aserto de la existencia de una etiología sexual de las psiconeurosis me ha colocado con respecto a la mayoría de los médicos. Puedo, en efecto, decirme: «También contra ti se han dirigido y continuarán dirigiéndose duras críticas como las que han acogido el libro de tu amigo.» De este modo puedo yo sustituir en las ideas latentes la tercera persona singular por la primera plural y decir «nosotros» en lugar de «él». «Sí, tenéis razón; somos dos locos.» La mención del breve ensayo de Goethe titulado Naturaleza -tan extraordinariamente bello- me advierte que mea res agitur, pues su lectura en una conferencia de educación popular fue lo que me decidió a emprender el estudio de las ciencias naturales.

 

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