Cuadro primero

Bosque. Grandes troncos. En el centro, un teatro rodeado de cortinas barrocas con el telón echado. Una escalerita une el tabladillo con el escenario. Al levantarse el telón cruzan entre los troncos dos Figuras vestidas de negro, con las caras blancas de yeso y las manos también blancas. Suena una música lejana. Sale el Arlequín. Viste de negro y verde. Lleva dos caretas, una en cada mano y ocultas en la espalda. Acciona de modo rítmico, como un bailarín.

ARLEQUÍN.
El Sueño va sobre el Tiempo
flotando como un velero.
Nadie puede abrir semillas
en el corazón del Sueño.

(Se pone una careta de alegrísima expresión.)

¡Ay, cómo canta el alba! ¡Cómo canta!
¡Qué témpanos de hielo azul levanta!

(Se quita la careta.)

El Tiempo va sobre el Sueño
hundido hasta los cabellos.
Ayer y mañana comen
oscuras flores de duelo.

(Se pone una careta de expresión dormida.)

¡Ay, cómo canta la noche! ¡Cómo canta!
¡Qué espesura de anémonas levanta!

(Se la quita.)

Sobre la misma columna,
abrazados Sueño y Tiempo,
cruza el gemido del niño,
la lengua rota del viejo.

(Con una careta.)

¡Ay cómo canta el alba! ¡Cómo canta!

(Con la otra careta.)

¡Qué espesura de anémonas levanta!
Y si el Sueño finge muros
en la llanura del Tiempo,
el Tiempo le hace creer
que nace en aquel momento.
¡Ay, cómo canta la noche! ¡Cómo canta!
¡Qué témpanos de hielo azul levanta!

(Desde este momento se oirá en el fondo durante todo el acto, y con medidos intervalos, unas lejanas trompas graves de caza. Aparece una Muchacha vestida de negro, con túnica griega. Viene saltando con una guirnalda.)

MUCHACHA.
¿Quién lo dice,
quién lo dirá?
Mi amante me aguarda
en el fondo del mar.

ARLEQUÍN. (Gracioso.)
Mentira.

MUCHACHA.
Verdad.
Perdí mi deseo,
perdí mi dedal,
y en los troncos grandes
los volví a encontrar.

ARLEQUÍN. (Irónico.)
Una cuerda muy larga.

MUCHACHA.
Larga; para bajar.
Tiburones y peces
y ramos de coral.

ARLEQUÍN.
Abajo está.

MUCHACHA. (En voz baja.)
Muy bajo.

ARLEQUÍN.
Dormido.

MUCHACHA.
¡Abajo está!
Banderas de agua verde
lo nombran capitán.

ARLEQUÍN. (En alta voz y gracioso.)
¡Mentira!

MUCHACHA. (En altavoz.)
¡Verdad!
Perdí mi corona,
perdí mi dedal,
y a la media vuelta,
los volví a encontrar.

ARLEQUÍN.
Ahora mismo.

MUCHACHA.
¿Ahora?

ARLEQUÍN.
Tu amante verás
a la media vuelta
del viento y el mar.

MUCHACHA. (Asustada.)
¡Mentira!

ARLEQUÍN.
¡Verdad!
Yo te lo daré.

MUCHACHA. (Inquieta.)
No me lo darás. No se llega nunca al fondo del mar.

ARLEQUÍN. (A voces y como si estuviera en el circo.)
¡Señor hombre, acuda!

(Aparece un espléndido Payaso, lleno de lentejuelas. Su cabeza empolvada dará sensación de calavera. Ríe a grandes carcajadas.)

ARLEQUÍN.
Usted le dará
a esta muchachita...

PAYASO.
Su novio del mar.

(Se remanga.)

Venga una escalera.

MUCHACHA. (Asustada.)
¿Sí?

PAYASO. (A la Muchacha.)
Para bajar.

(Al público.)

¡Buenas noches!

ARLEQUÍN.
¡Bravo!

PAYASO. (Al Arlequín.)
¡Tú, mira hacia allá!

(El Arlequín, riendo, se vuelve.)

¡Vamos, toca!

(Palmotea.)

ARLEQUÍN.
¡Toco!

(El Arlequín toca un violín blanco con dos cuerdas de oro. Debe ser grande y plano. Canta.)

PAYASO.
Novio, ¿dónde estás?

ARLEQUÍN. (Fingiendo la voz.)
Por las frescas algas
yo voy a cazar
grandes caracolas
y lirios de sal.

MUCHACHA. (Gritando, asustada de la realidad.)
¡No quiero!

PAYASO.
¡Silencio!

(El Arlequín ríe.)

MUCHACHA. (Al Payaso, con miedo.)
Me voy a saltar
por las hierbas altas.
Luego nos iremos
al agua del mar.

ARLEQUÍN. (Jocoso y volviéndose.)
¡Mentira!

MUCHACHA. (Al Payaso.)
¡Verdad!

(Inicia el mutis llorando.)

¿Quién lo dice?
¿Quién lo dirá?
Perdí mi corona,
perdí mi dedal.

ARLEQUÍN. (Melancólico.)
A la media vuelta
del viento y el mar.

(Sale la Muchacha.)

PAYASO. (Señalando.)
Allí.

ARLEQUÍN.
¿Dónde? ¿A qué?

PAYASO.
A representar.
Un niño pequeño
que quiere cambiar
en flores de acero
su trozo de pan.

ARLEQUÍN. (Levemente incrédulo.)
¡Mentira!

PAYASO. (Severo.)
¡Verdad!
Perdí rosa y curva,
perdí mi collar,
y en marfil reciente
los volví a encontrar.

ARLEQUÍN.
¡Señor hombre! ¡Venga!

(Inicia el mutis.)

PAYASO. (A voces y mirando al bosque y adelantándose al Arlequín.)
¡No tanto gritar!
¡Buenos días!

(En voz baja.)

¡Vamos!
Toca.

ARLEQUÍN.
¿Toco?

PAYASO.
Un vals. (En alta voz.)

(El Arlequín empieza a tocar. En voz baja.)

¡Deprisa!

(En alta voz.)

Señores:
voy a demostrar...

ARLEQUÍN.
Que en marfil reciente
los volvió a encontrar.

PAYASO.
Voy a demostrar...

(Sale.)

ARLEQUÍN. (Saliendo.)
La rueda que gira
del viento y el mar.

(Se oyen las trompas. Sale la Mecanógrafa. Viste un traje de tennis, con boina de color intenso. Encima del vestido, una capa larga de una sola gasa. Viene con la Máscara primera. Ésta viste un traje de 1900, amarillo rabioso, con larga cola, pelo de seda amarillo, cayendo como un manto, y máscara blanca de yeso con guantes hasta el codo, del mismo color. Lleva sombrero amarillo, y todo el pecho de tetas altas ha de estar sembrado de lentejuelas de oro. El efecto de este personaje debe ser el de una llamarada sobre el fondo de azules lunares y troncos noc-turnos. Habla con un leve acento italiano.)

MÁSCARA. (Riendo.) ¡Un verdadero encanto!

MECANÓGRAFA. Yo me fui de su casa. Recuerdo que la tarde de mi partida había una gran tormenta de verano y había muerto el niño de la portería. Yo crucé la biblioteca y él me dijo: «¿Me habías llamado?»; a lo que yo contesté, cerrando los ojos: «¡¡No!!». Y luego, ya en la puerta, dijo: «¿Me necesitas?»; y yo le dije: «No. No te necesito».

MÁSCARA. ¡Precioso!

MECANÓGRAFA. Esperaba siempre de pie toda la noche hasta que yo me asomaba a la ventana.

MÁSCARA. ¿Y usted, señorina mecanógrafa?...

MECANÓGRAFA. No me asomaba. Pero... lo veía por las rendijas... ¡quieto! (Saca un pañuelo.), ¡con unos ojos! Entraba el aire como un cuchillo, pero yo no le podía hablar.

MÁSCARA. Puor qué, señorina?

MECANÓGRAFA. Porque me amaba demasiado.

MÁSCARA. ¡Oh mio Dio! Era igual que el conde Arturo de Italia. ¡Oh amor!

MECANÓGRAFA. ¿Sí?

MÁSCARA. En el foyer de la ópera de París hay unas enormes balaustradas que dan al mar. El conde Arturo, con una camelia entre los labios, venía en una pequeña barca con su niño, los dos abandonados por mí. Pero yo corría las cortinas y les arrojaba un diamante. ¡Oh! ¡Qué dolchísimo tormento, amica mia! (Llora.) El conde y su niño pasaban hambre y dormían entre las ramas con un lebrel que me había regalado un señor de Rusia. (Enérgica y suplicante.) ¿No tienes un pedacito de pan para mí? ¿No tienes un pedacito de pan para mi hijo? ¿Para el niño que el conde Arturo dejó morir en la escarcha?... (Agitada.) Y después fui al hospital y allí supe que el conde se había casado con una gran dama romana... Y después he pedido limosna y compartido mi cama con los hombres que descargan el carbón en los muelles.

MECANÓGRAFA. ¿Qué dices? ¿Por qué hablas así?...

MÁSCARA. (Serenándose.) Digo que el conde Arturo me amaba tanto que lloraba detrás de las cortinas con su niño, mientras que yo era como una media luna de plata entre los gemelos y las luces de gas que brillaban bajo la cúpula de la gran ópera de París.

MECANÓGRAFA. Delicioso. ¿Y cuándo llega el conde?

MÁSCARA. ¿Y cuándo llega tu amico?

MECANÓGRAFA. Tardará. Nunca es en seguida.

MÁSCARA. También Arturo tardará en seguida. Tiene en la mano derecha una cicatriz que le hicieron con un puñal... por mí, desde luego. (Mostrando su mano.) ¿No la ves? (Señalando el cuello.) Y aquí otra, ¿la ves?

MECANÓGRAFA. Sí, ¿pero por qué?

MÁSCARA. ¿Per qué? ¿Per qué? ¿Qué hago yo sin heridas? ¿De quién son las heridas de mi conde?

MECANÓGRAFA. Tuyas. ¡Es verdad! Hace cinco años que me está esperando, pero... ¡qué hermoso es esperar con seguridad el momento de ser amada!

MÁSCARA. ¡Y es seguro!

MECANÓGRAFA. ¡Seguro! ¡Por eso vamos a reír! De pequeña, yo guardaba los dulces para comerlos después.

MÁSCARA. ¡Ja, ja, ja! Sí, ¿verdad? ¡Saben mejor!

(Se oyen las trompas.)

MECANÓGRAFA. (Iniciando el mutis.) Si viniera mi amigo, ¡tan alto!, con todo el cabello rizado, pero rizado de un modo especial, tú haces como si no lo conocieras.

MÁSCARA. ¡Claro, amica mia! (Se recoge la cola.)

(Aparece el joven. Viste un traje niker gris con medias a cuadros azules.)

ARLEQUÍN. (Saliendo.) ¡Eh!

JOVEN. ¿Qué?

ARLEQUÍN. ¿Dónde va?

JOVEN. A mi casa.

ARLEQUÍN. (Irónico.) ¿Sí?

JOVEN. Claro. (Empieza a andar.)

ARLEQUÍN. ¡Eh! Por ahí no puede pasar.

JOVEN. ¿Han cercado el parque?

ARLEQUÍN. Por ahí está el circo.

JOVEN. Bueno. (Se vuelve.)

ARLEQUÍN. Lleno de espectadores definitivamente quietos. (Suave.) ¿No quiere entrar el señor?

JOVEN. (Estremecido.) No. (No queriendo oír.) ¿Está interceptada también la calle de los chopos?

ARLEQUÍN. Allí están los carros y las jaulas con las serpientes.

JOVEN. Entonces volveré atrás. (Inicia el mutis.)

PAYASO. (Saliendo por el lado opuesto.) ¿Pero dónde va? ¡Ja, ja, ja!

ARLEQUÍN. Dice que va a su casa.

PAYASO. (Dando una bofetada de circo al Arlequín.) ¡Toma casa!

ARLEQUÍN. (Cae al suelo, gritando.) ¡Ay, que me duele, que me duele! ¡Ayy!

PAYASO. (Al Joven.) ¡Venga!

JOVEN. (Irritado.) ¿Pero me quiere usted decir qué broma es ésta? Yo iba a mi casa, es decir, a mi casa, no; a otra casa, a...

PAYASO. (Interrumpiendo.) A buscar.

JOVEN. Sí; porque lo necesito. A buscar.

PAYASO. (Alegre.) ¿A buscar?... Da la media vuelta y lo encontrarás.

LA VOZ DE LA MECANÓGRAFA. (Cantando.)
¿Dónde vas, amor mío,
¡amor mío!,
con el aire en un vaso
y el mar en un vidrio?

(El Arlequín ya se ha levantado. El Payaso le hace señas. El joven está vuelto de espaldas, y ellos salen también sin dar la espalda, sobre las puntas de los pies, con paso de baile y el dedo sobre los labios. Las luces del teatro se encienden.)

JOVEN. (Asombrado.)
¿Dónde vas, amor mío,
vida mía, amor mío,
con el aire en un vaso
y el mar en un vidrio?

MECANÓGRAFA. (Apareciendo llena de júbilo.)
¿Dónde? ¡Donde me llaman!

JOVEN. (Abrazándola.)
¡Vida mía!

MECANÓGRAFA. (Abrazándolo.)
Contigo.

JOVEN.
Te he de llevar desnuda,
flor ajada y cuerpo limpio,
al sitio donde las sedas
están temblando de frío.
Sábanas blancas te aguardan.
Vámonos pronto. Ahora mismo.
Antes que en las ramas giman
ruiseñores amarillos.

MECANÓGRAFA.
Sí; que el sol es un milano.
Mejor: un halcón de vidrio.
No: que el sol es un gran tronco,
y tú la sombra de un río.
¿Cómo, si me abrazas, di,
no nacen juncos y lirios
y no destiñen tus ondas
el color de mi vestido?
Amor, déjame en el monte
harta de nube y rocío,
para verte grande y triste
cubrir un cielo dormido.

JOVEN.
¡No hables así, niña! Vamos.
No quiero tiempo perdido.
Sangre pura y calor hondo
me están llevando a otro sitio.
Quiero vivir.

MECANÓGRAFA.
¿Con quién?

JOVEN.
Contigo.

MECANÓGRAFA.
¿Qué es eso que suena muy lejos?

JOVEN.
Amor,
el día que vuelve.
¡Amor mío!

MECANÓGRAFA. (Alegre y como en sueños.)
¡Un ruiseñor! ¡Que cante!
Ruiseñor gris de la tarde,
en la rama del arce.
Ruiseñor, ¡te he sentido!
Quiero vivir.

JOVEN.
¿Con quién?

MECANÓGRAFA.
Con la sombra de un río.

(Angustiada y refugiándose en el pecho del joven.)

¿Qué es eso que suena muy lejos?

JOVEN.
Amor.
¡La sangre en mi garganta,
amor mío!

MECANÓGRAFA.
Siempre así, siempre, siempre,
despiertos o dormidos.

JOVEN.
Nunca así, ¡nunca!, ¡nunca!
Vámonos de este sitio.

MECANÓGRAFA.
¡Espera!

JOVEN.
¡Amor no espera!

MECANÓGRAFA. (Se desase del joven.)
¿Dónde vas, amor mío,
con el aire en un vaso
y el mar en un vidrio?

(Se dirige a la escalera. Las cortinas del teatrito se descorren y aparece la biblioteca del primer acto, reducida y con los tonos muy pálidos. Aparece en la escenita la Máscara amarilla, tiene un pañuelo de encaje en la mano y aspira sin cesar, mientras llora, un frasco de sales.)

MÁSCARA. (A la Mecanógrafa.) Ahora mismo acabo de abandonar para siempre al conde. Se ha quedado ahí detrás con su niño. (Baja las escaleras.) Estoy segura que se morirá. Pero me quiso tanto, tanto. (Llora. A la Mecanógrafa.) ¿Tú no lo sabías? Su niño morirá bajo la escarcha. Lo he abandonado. ¿No ves que contenta estoy? ¿No ves cómo me río? (Llora.) Ahora me buscará por todos lados. (En el suelo.) Voy a esconderme dentro de las zarzamoras (En voz alta.), dentro de las zarzamoras. Hablo así porque no quiero que Arturo me sienta. (En voz alta.) ¡No te quiero! ¡Ya te he dicho que no te quiero! (Se va llorando.) Tú a mí, sí, ¡pero yo a ti no te quiero!

(Aparecen dos Criados vestidos con libreas azules y caras palidísimas que dejan en la izquierda del escenario dos taburetes blancos. Por la escenita cruza el Criado del primer acto, siempre andando sobre las puntas de los pies.)

MECANÓGRAFA. (Al Criado y subiendo las escaleras de la escenita.) Si viene el señor, que pase. (En la escenita.) Aunque no vendrá hasta que deba.

(El Joven empieza lentamente a subir la escalerita.)

JOVEN. (En la escenita, apasionado.) ¿Estás contenta aquí?

MECANÓGRAFA. ¿Has escrito las cartas?

JOVEN. Arriba se está mejor. ¡Vente!

MECANÓGRAFA. ¡Te he querido tanto!

JOVEN. ¡Te quiero tanto!

MECANÓGRAFA. ¡Te querré tanto!

JOVEN. Me parece que agonizo sin ti. ¿Dónde voy si tú me dejas? No recuerdo nada. La otra no existe, pero tú sí, porque me quieres.

MECANÓGRAFA. Te he querido, ¡amor! Te querré siempre.

JOVEN. Ahora...

MECANÓGRAFA. ¿Por qué dices ahora?

(Aparece por el escenario grande el Viejo. Viene vestido de azul y trae un gran pañuelo en la mano, manchado de sangre, que lleva a su pe-cho y a su cara. Da muestras de agitación viva y observa atentamente lo que pasa en la escenita.)

JOVEN. Yo esperaba y moría.

MECANÓGRAFA. Yo moría por esperar.

JOVEN. Pero la sangre golpea en mis sienes con sus nudillos de fuego, y ahora te tengo ya aquí.

VOZ. (Fuera.) ¡Mi hijo! ¡Mi hijo!

(Cruza la escenita el Niño muerto. Viene solo y entra por una puerta de la izquierda.)

JOVEN. ¡Sí, mi hijo! Corre por dentro de mí, como una hormiguita sola dentro de una caja cerrada. (A la Mecanógrafa.) ¡Un poco de luz para mi hijo! ¡Por favor! ¡Es tan pequeño! ¡Aplasta las naricillas en el cristal de mi corazón, y, sin embargo, no tiene aire!

MÁSCARA AMARILLA. (Apareciendo en el escenario grande.) ¡Mi hijo!

(Salen dos Máscaras más, que presencian la escena.)

MECANóGRAFA. (Autoritaria y seca.) ¿Has escrito las cartas? No es tu hijo, soy yo. Tú esperabas y me dejaste marchar, pero siempre te creías amado. ¿Es mentira lo que digo?

JOVEN. (Impaciente.) No, pero...

MECANÓGRAFA. Yo, en cambio, sabía que tú no me querrías nunca. Y, sin embargo, yo he levantado mi amor y te he cambiado y te he visto por los rincones de mi casa. (Apasionada.) ¡Te quiero, pero más lejos de ti! He huido tanto, que necesito contemplar el mar para poder evocar el temblor de tu boca.

VIEJO. Porque si él tiene veinte años puede tener veinte lunas.

MECANÓGRAFA. (Lírica.) Veinte rocas, veinte nortes de nieve.

JOVEN. (Irritado.) Calla. Tú vendrás conmigo. Porque me quieres y porque es necesario que yo viva.

MECANÓGRAFA. Sí; te quiero, pero ¡mucho más! No tienes tú ojos para verme desnuda, ni boca para besar mi cuerpo que nunca se acaba. Déjame. ¡Te quiero demasiado para poder contemplarte!

JOVEN. ¡Ni un minuto más! ¡Vamos! (La coge de las muñecas.)

MECANÓGRAFA. ¡Me haces daño, amor!

JOVEN. ¡Así me sientes!

MECANÓGRAFA. (Dulce.) Espera... Yo iré... Siempre. (Lo abraza.)

VIEJO. Ella irá. Siéntate, amigo mío. Espera.

JOVEN. (Angustiado.) ¡¡No!!

MECANÓGRAFA. Estoy muy alta. ¿Por qué me dejaste? Iba a morir de frío y tuve que buscar tu amor por donde no hay gente. Pero estaré contigo. Déjame bajar poco a poco hasta ti.

(Aparecen el Payaso y el Arlequín. El Payaso trae una concertina y el Arlequín su violín blanco. Se sientan en los taburetes.)

PAYASO.
Una música.

ARLEQUÍN.
De años.

PAYASO.
Lunas y mares sin abrir. ¿Queda atrás?

ARLEQUÍN.
La mortaja del aire.

PAYASO.
Y la música de tu violín.

(Tocan.)

JOVEN. (Saliendo de un sueño.) ¡Vamos!

MECANÓGRAFA. Sí... ¿Será posible que seas tú? ¡Así, de pronto...! ¿Sin haber probado lentamente esta hermosa idea: mañana será? ¿No te da lástima de mí?

JOVEN. Arriba hay como un nido. Se oye cantar el ruiseñor... y aunque no se oiga, ¡aunque el murciélago golpee los cristales!

MECANÓGRAFA. Sí, sí, pero...

JOVEN. (Enérgico.) ¡Tu boca! (La besa.)

MECANÓGRAFA. Más tarde...

JOVEN. (Apasionado.) Es mejor de noche.

MECANÓGRAFA. ¡Yo me iré!

JOVEN. ¡Sin tardar!

MECANÓGRAFA. ¡Yo quiero! Escucha.

JOVEN. ¡Vamos!

MECANÓGRAFA. Pero...

JOVEN. Dime.

MECANÓGRAFA. ¡Me iré contigo!...

JOVEN. ¡Amor!

MECANÓGRAFA. Me iré contigo. (Tímida.) ¡Así que pasen cinco años!

JOVEN. ¡Ay! (Se lleva las manos a la frente.)

VIEJO. (En voz baja.) ¡Bravo!

(El joven empieza a bajar lentamente las escaleras. La Mecanógrafa queda en actitud extática en el escenario. Sale el Criado de puntillas y la cubre con una gran capa blanca.)

PAYASO.
Una música.

ARLEQUÍN.
De años.

PAYASO.
Lunas y mares sin abrir.
Queda atrás...

ARLEQUÍN.
La mortaja del aire.

PAYASO.
Y la música de tu violín.

(Tocan.)

MÁSCARA AMARILLA.
El conde besa mi retrato de amazona.

VIEJO.
Vamos a no llegar, pero vamos a ir.

JOVEN. (Desesperado, al Payaso.)
La salida, ¿por dónde?

MECANÓGRAFA. (En el escenario chico y como en sueños.)
¡Amor! ¡Amor!

JOVEN. (Estremecido.)
¡Enséñame la puerta!

PAYASO. (Irónico, señalando a la izquierda.)
Por allí.

ARLEQUÍN. (Señalando a la derecha.)
Por allí.

MECANÓGRAFA.
¡Te espero amor, te espero, vuelve pronto!

ARLEQUÍN. (Irónico.)
¡Por allí!

JOVEN. (Al Payaso.)
Te romperé las jaulas y las telas.
Yo sé saltar el muro.

VIEJO. (Con angustia.)
Por aquí.

JOVEN.
¡Quiero volver! Dejadme.

ARLEQUÍN.
¡Queda el viento!

PAYASO.
¡Y la música de tu violín!


Telón

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