Escena primera

La Zapatera friega con gran ardor vasos y co- pas que va colocando en el mostrador. Aparece en la puerta el Mozo de la Faja y el Sombrero plano del primer acto. Está triste. Lleva los bra- zos caídos y mira de manera tierna a la Zapate- ra. Al actor que exagere lo más mínimo en este tipo, debe el Director de escena darle un basto- nazo en la cabeza. Nadie debe exagerar. La far- sa exige siempre naturalidad. El Autor ya se ha encargado de dibujar el tipo y el sastre de ves- tirlo. Sencillez. El Mozo se detiene en la puerta. Don Mirlo y el otro Mozo vuelven la cabeza y lo miran. Ésta es casi una escena de cine. Las miradas y expresión del conjunto dan su expre- sión. La Zapatera deja de fregar y mira al Mozo fijamente. Silencio.

ZAPATERA. Pase usted.

MOZO DE LA FAJA. Si usted lo quiere..

ZAPATERA. (Asombrada.) ¿Yo? Me trae absolutamente sin cuidado, pero como te veo en la puerta...

MOZO DE LA FAJA. Lo que usted quiera. (Se apoya en el mostrador.) (Entre dientes.) Éste es otro al que voy a tener que...

ZAPATERA. ¿Qué va a tomar?

MOZO DE LA FAJA. Seguiré sus indicaciones.

ZAPATERA. Pues la puerta.

MOZO DE LA FAJA. ¡Ay, Dios mío, cómo cambian los tiempos!

ZAPATERA. No crea que me voy a echar a llorar. Vamos. Va usted a tomar copa, café, re- fresco, ¿diga?

MOZO DE LA FAJA. Refresco.

ZAPATERA. No me mire tanto que se me va a derramar el jarabe.

MOZO DE LA FAJA. Es que yo me estoy mu-riendo. ¡Ay! (Por la ventana pasan dos Majas con inmensos abanicos. Miran, se santiguan escandalizadas, se tapan los ojos con los peri- cones y a pasos menuditos cruzan.)

ZAPATERA. El refresco.

MOZO DE LA FAJA. (Mirándola.) ¡Ay!

MOZO DEL SOMBRERO. (Mirando al suelo.)

¡Ay!

MIRLO. (Mirando al techo.) ¡Ay! (La Zapatera dirige la cabeza hacia los tres ayes.)

ZAPATERA. ¡Requeteay! Pero esto ¿es una taberna o un hospital? ¡Abusivos! Si no fuera porque tengo que ganarme la vida con estos vinillos y este trapicheo, porque estoy sola des- de que se fue por culpa de todos vosotros mi pobrecito marido de mi alma, ¿cómo es posible que yo aguantara esto? ¿Qué me dicen ustedes? Los voy a tener que plantar en lo ancho de la calle.

MIRLO. Muy bien, muy bien dicho.

MOZO DEL SOMBRERO. Has puesto taberna y podemos estar aquí dentro todo el tiempo que queramos.

ZAPATERA. (Fiera.) ¿Cómo? ¿Cómo? (El Mozo de la Faja inicia el mutis y don Mirlo se levanta sonriente y haciendo como que está en el secre- to y que volverá.)

MOZO DEL SOMBRERO. Lo que he dicho.

ZAPATERA. Pues si dices tú, más digo yo y puedes enterarte, y todos los del pueblo, que hace cuatro meses que se fue mi marido y no cederé a nadie jamás, porque una mujer casada debe estarse en su sitio como Dios manda. Y que no me asusto de nadie, ¿lo oyes?, que yo tengo la sangre de mi abuelo, que esté en glo-ria, que fue desbravador de caballos y lo que se dice un hombre. Decente fui y decente lo seré. Me comprometí con mi marido. Pues hasta la muerte. (Don Mirlo sale por la puerta rápida- mente y haciendo señas que indican una rela- ción entre él y la Zapatera.)

MOZO DEL SOMBRERO. (Levantándose.) Tengo tanto coraje que agarraría un toro de los cuernos, le haría hincar la cerviz en las arenas y después me comería sus sesos crudos con estos dientes míos, en la seguridad de no hartarme de morder. (Sale rápidamente y don Mirlo huye hacia la izquierda.)

ZAPATERA. (Con las manos en la cabeza.) Jesús, Jesús, Jesús y Jesús. (Se sienta.)

Share on Twitter Share on Facebook