Escena II

Zapatera y Niño.

Por la puerta entra el Niño, se dirige a la Zapatera y le tapa los ojos.

NIÑO. ¿Quién soy yo?

ZAPATERA. Mi niño, pastorcillo de Belén.

NIÑO. Ya estoy aquí. (Se besan.)

ZAPATERA. ¿Vienes por la meriendita?

NIÑO. Si tú me la quieres dar...

ZAPATERA. Hoy tengo una onza de chocolate.

NIÑO. ¿Sí? A mí me gusta mucho estar en tu

casa.

ZAPATERA. (Dándole la onza.) Porque eres

interesadillo...

NIÑO. ¿Interesadillo? ¿Ves este cardenal que

tengo en la rodilla?

ZAPATERA. ¿A ver? (Se sienta en una silla baja

y toma al Niño en brazos.)

NIÑO. Pues me lo ha hecho el Lunillo porque

estaba cantando... las coplas que te han sacado

y yo le pegué en la cara, y entonces él me tiró

una piedra que, ¡plaff!, mira.

ZAPATERA. ¿Te duele mucho?

NIÑO. Ahora no, pero he llorado.

ZAPATERA. No hagas caso ninguno de lo que

dicen.

NIÑO. Es que eran cosas muy indecentes. Co-

sas indecentes que yo sé decir, ¿sabes? pero que

no quiero decir.

ZAPATERA. (Riéndose.) Porque si las dices cojo un pimiento picante y lo pongo la lengua

como un ascua. (Ríen.)

NIÑO. Pero, ¿por qué te echarán a ti la culpa de

que tu marido se haya marchado?

ZAPATERA. Ellos, ellos son los que la tienen y

los que me hacen desgraciada.

NIÑO. (Triste.) No digas, Zapaterita.

ZAPATERA. Yo me miraba en sus ojos. Cuan-

do le veía venir montado en su jaca blanca...

NIÑO. (Interrumpiéndole.) ¡Ja, ja, ja! Me estás

engañando. El señor Zapatero no tenía jaca.

ZAPATERA. Niño, sé más respetuoso. Tenía

jaca, claro que la tuvo, pero es.. es que tú no habías nacido.

NIÑO. (Pasándole la mano por la cara.) ¡Ah!

¡Eso sería!

ZAPATERA. Ya ves tú... cuando lo conocí esta-

ba yo lavando en el arroyo del pueblo. Medio

metro de agua y las chinas del fondo se veían

reír, reír con el temblorcillo. Él venía con un traje,negro entallado, corbata roja de seda

buenísima y cuatro anillos de oro que relum-braban como cuatro soles.

NIÑO. ¡Qué bonito!

ZAPATERA. Me miró y lo miré. Yo me recosté

en la hierba. Todavía me parece sentir en la

cara aquel aire tan fresquito que venía por los

árboles. Él paró su caballo y la cola del caballo

era blanca y tan larga que llegaba al agua del

arroyo. (La Zapatera está casi llorando. Empie-

za a oírse un canto lejano.) Me puse tan azarada

que se me fueron dos pañuelos preciosos, así de

peqúeñitos, en la corriente.

NIÑO. ¡Qué risa!

ZAPATERA. Él, entonces, me dijo... (El canto se

oye más cerca. Pausa.) ¡Chisss...!

NIÑO. (Se levanta.) ¡Las coplas!

ZAPATERA. ¡Las coplas! (Pausa. Los dos escu-

chan.) ¿Tú sabes lo que dicen?

NIÑO. (Con la mano.) Medio, medio.

ZAPATERA. Pues cántalas, que quiero ente-

rarme.

NIÑO. ¿Para qué?

ZAPATERA. Para que yo sepa de una vez lo que dicen.

NIÑO. (Cantando y siguiendo el compás.)

Verás:

La señora Zapatera,

al marcharse su marido,

ha montado una taberna

donde acude el señorío.

ZAPATERA. ¡Me la pagarán!

NIÑO. (El Niño lleva el compás con la mano en

la mesa.)

Quién lo compra, Zapate-

ra,

el paño de tus vestidos

y esas chambras de batista

con encajes de bolillos.

Ya la corteja el Alcalde,

ya la corteja don Mirlo.

¡Zapatera, Zapatera,

Zapatera, te has lucido!

(Las voces se van distinguiendo cerca y claras con su acompañamiento de

panderos. La Zapatera coge un mantoncillo

de Manila y se lo echa sobre los hombros.)

¿Dónde vas? (Asustado.)

ZAPATERA. ¡Van a dar lugar a que compre un

revólver! (El canto se aleja. La Zapatera corre a

la puerta. Pero tropieza con el Alcalde que vie-

ne majestuoso, dando golpes con la vara en el

suelo.)

ALCALDE. ¿Quién despacha?

ZAPATERA. ¡El demonio!

ALCALDE. Pero, ¿qué ocurre?

ZAPATERA. Lo que usted debía saber hace

muchos días, lo que usted como alcalde no deb-

ía permitir. La gente me canta coplas, los veci-

nos se ríen en sus puertas y como no tengo ma-

rido que vele por mí, salgo yo a defenderme, ya

que en este pueblo las autoridades son calaba-

cines, ceros a la izquierda, estafermos.

NIÑO. Muy bien dicho.

ALCALDE. (Enérgico.) Niño, niño, basta de voces... ¿Sabes tú lo que he hecho ahora? Pues

meter en la cárcel a dos o tres de los que venían

cantando.

ZAPATERA. ¡Quisiera yo ver eso!

VOZ. (Fuera.) ¡Niñoooo!

NIÑO. ¡Mi madre me llama! (Corre a la venta-

na.) ¡Quéee! Adiós. Si quieres te puedo traer el

espadón grande de mi abuelo, el que se fue a la

guerra. Yo no puedo con él, ¿sabes?, pero tú, sí.

ZAPATERA. (Sonriendo.) ¡Lo que quieras!

VOZ. (Fuera.) ¡Niñoooo!

NIÑO. (Ya en la calle.) ¿Quéeee?

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