Zapatera y Niño.
Por la puerta entra el Niño, se dirige a la Zapatera y le tapa los ojos.
NIÑO. ¿Quién soy yo?
ZAPATERA. Mi niño, pastorcillo de Belén.
NIÑO. Ya estoy aquí. (Se besan.)
ZAPATERA. ¿Vienes por la meriendita?
NIÑO. Si tú me la quieres dar...
ZAPATERA. Hoy tengo una onza de chocolate.
NIÑO. ¿Sí? A mí me gusta mucho estar en tu
casa.
ZAPATERA. (Dándole la onza.) Porque eres
interesadillo...
NIÑO. ¿Interesadillo? ¿Ves este cardenal que
tengo en la rodilla?
ZAPATERA. ¿A ver? (Se sienta en una silla baja
y toma al Niño en brazos.)
NIÑO. Pues me lo ha hecho el Lunillo porque
estaba cantando... las coplas que te han sacado
y yo le pegué en la cara, y entonces él me tiró
una piedra que, ¡plaff!, mira.
ZAPATERA. ¿Te duele mucho?
NIÑO. Ahora no, pero he llorado.
ZAPATERA. No hagas caso ninguno de lo que
dicen.
NIÑO. Es que eran cosas muy indecentes. Co-
sas indecentes que yo sé decir, ¿sabes? pero que
no quiero decir.
ZAPATERA. (Riéndose.) Porque si las dices cojo un pimiento picante y lo pongo la lengua
como un ascua. (Ríen.)
NIÑO. Pero, ¿por qué te echarán a ti la culpa de
que tu marido se haya marchado?
ZAPATERA. Ellos, ellos son los que la tienen y
los que me hacen desgraciada.
NIÑO. (Triste.) No digas, Zapaterita.
ZAPATERA. Yo me miraba en sus ojos. Cuan-
do le veía venir montado en su jaca blanca...
NIÑO. (Interrumpiéndole.) ¡Ja, ja, ja! Me estás
engañando. El señor Zapatero no tenía jaca.
ZAPATERA. Niño, sé más respetuoso. Tenía
jaca, claro que la tuvo, pero es.. es que tú no habías nacido.
NIÑO. (Pasándole la mano por la cara.) ¡Ah!
¡Eso sería!
ZAPATERA. Ya ves tú... cuando lo conocí esta-
ba yo lavando en el arroyo del pueblo. Medio
metro de agua y las chinas del fondo se veían
reír, reír con el temblorcillo. Él venía con un traje,negro entallado, corbata roja de seda
buenísima y cuatro anillos de oro que relum-braban como cuatro soles.
NIÑO. ¡Qué bonito!
ZAPATERA. Me miró y lo miré. Yo me recosté
en la hierba. Todavía me parece sentir en la
cara aquel aire tan fresquito que venía por los
árboles. Él paró su caballo y la cola del caballo
era blanca y tan larga que llegaba al agua del
arroyo. (La Zapatera está casi llorando. Empie-
za a oírse un canto lejano.) Me puse tan azarada
que se me fueron dos pañuelos preciosos, así de
peqúeñitos, en la corriente.
NIÑO. ¡Qué risa!
ZAPATERA. Él, entonces, me dijo... (El canto se
oye más cerca. Pausa.) ¡Chisss...!
NIÑO. (Se levanta.) ¡Las coplas!
ZAPATERA. ¡Las coplas! (Pausa. Los dos escu-
chan.) ¿Tú sabes lo que dicen?
NIÑO. (Con la mano.) Medio, medio.
ZAPATERA. Pues cántalas, que quiero ente-
rarme.
NIÑO. ¿Para qué?
ZAPATERA. Para que yo sepa de una vez lo que dicen.
NIÑO. (Cantando y siguiendo el compás.)
Verás:
La señora Zapatera,
al marcharse su marido,
ha montado una taberna
donde acude el señorío.
ZAPATERA. ¡Me la pagarán!
NIÑO. (El Niño lleva el compás con la mano en
la mesa.)
Quién lo compra, Zapate-
ra,
el paño de tus vestidos
y esas chambras de batista
con encajes de bolillos.
Ya la corteja el Alcalde,
ya la corteja don Mirlo.
¡Zapatera, Zapatera,
Zapatera, te has lucido!
(Las voces se van distinguiendo cerca y claras con su acompañamiento de
panderos. La Zapatera coge un mantoncillo
de Manila y se lo echa sobre los hombros.)
¿Dónde vas? (Asustado.)
ZAPATERA. ¡Van a dar lugar a que compre un
revólver! (El canto se aleja. La Zapatera corre a
la puerta. Pero tropieza con el Alcalde que vie-
ne majestuoso, dando golpes con la vara en el
suelo.)
ALCALDE. ¿Quién despacha?
ZAPATERA. ¡El demonio!
ALCALDE. Pero, ¿qué ocurre?
ZAPATERA. Lo que usted debía saber hace
muchos días, lo que usted como alcalde no deb-
ía permitir. La gente me canta coplas, los veci-
nos se ríen en sus puertas y como no tengo ma-
rido que vele por mí, salgo yo a defenderme, ya
que en este pueblo las autoridades son calaba-
cines, ceros a la izquierda, estafermos.
NIÑO. Muy bien dicho.
ALCALDE. (Enérgico.) Niño, niño, basta de voces... ¿Sabes tú lo que he hecho ahora? Pues
meter en la cárcel a dos o tres de los que venían
cantando.
ZAPATERA. ¡Quisiera yo ver eso!
VOZ. (Fuera.) ¡Niñoooo!
NIÑO. ¡Mi madre me llama! (Corre a la venta-
na.) ¡Quéee! Adiós. Si quieres te puedo traer el
espadón grande de mi abuelo, el que se fue a la
guerra. Yo no puedo con él, ¿sabes?, pero tú, sí.
ZAPATERA. (Sonriendo.) ¡Lo que quieras!
VOZ. (Fuera.) ¡Niñoooo!
NIÑO. (Ya en la calle.) ¿Quéeee?