Los pueblos del distrito de Júpiter Tebeo, o mas bien el Nomo Tebeo, matan sin escrúpulo las cabras, sin tocar a las ovejas, lo que no es de extrañar, por no adorar los egipcios a unos mismos dioses, excepto dos universalmente venerados, Isis y Osiris, el cual pretenden sea el mismo que Dioniso. Los pueblos, al contrario, del distrito de Mendes o del Nomo Mendesio, respetando las cabras, matan libremente las ovejas. Los primeros, y los que como ellos no se atreven a las ovejas, dan la siguiente razón de la ley que se impusieron: Hércules quería ver a Júpiter de todos modos, y Júpiter no quería absolutamente ser visto de Hércules. Grande era el empeño de aquél, hasta que, después de larga porfía, torna Júpiter un efugio: mata un carnero, la quita la piel, córtale la cabeza y se presenta a Hércules disfrazado con todos estos despojos. Y en atención a este disfraz formaron los egipcios el ídolo de Júpiter Caricarnero, figura que tomaron de ellos los Amonios, colonos en parte egipcios y en parte etíopes, que hablan un dialecto mezcla de entrambos idiomas etiópico y egipcio. Y estos colonos, a mi entender, no se llaman Amonios por otra razón que por ser Amon el nombre de Júpiter en lengua egipcia. He aquí, pues, la razón por qué no matan los Tebeos a los carneros, mirándolos como bestia sagrada. Verdad es que en cada año hay un día señalado, o de la fiesta de Júpiter, en que matan a golpes un carnero, y con la piel que le quitan visten el ídolo del dios con el traje mismo que arriba mencioné, presentándole luego otro ídolo de Hércules. Durante la representación de tal acto lamentan los presentes y plañen con muestras de sentimiento la muerte del carnero, al cual entierran después en lugar sagrado.