CXX

Volviendo a tomar el hilo de la historia, casi por el mismo tiempo en que enfermó Cambises sucedió un caso muy extraño. Hallábase en Sardes por gobernador un señor de nación persa, por nombre Oretes, colocado por Ciro, en aquel empleo, y se empeñó en ejecutar el atentado más caprichoso e inhumano que darse puede, cual fue dar muerte a Polícrates el samio, de quien, ni de obra ni de palabra había recibido nunca el menor disgusto, y lo que es más, no habiéndole visto ni hablado en los días de su Vida. Por la que mira al motivo que tuvo Oretes para desear prender y perder a Polícrates, pretenden algunos que naciese de lo que voy a referir. Estaba Oretes en cierta ocasión sentado en una sala de palacio en compañía de otro señor también persa, llamado Mitrobates, entonces gobernador de la provincia de Dascilio, y de palabra en palabra, como suele, vino la conversación a degenerar en pendencia. Altercábase en ella con calor acerca de quién tenía mayor valor y méritos personales, y Mitrobates empezó a insultar a Oretes en sus barbas, diciendo: —¿Tú, hombre, te atreves a hablar de valor y servicios personales, no habiendo sido capaz de conquistará la corona y unir a tu satrapía la isla de Samos, que tienes tan cercana, y es de suyo tan fácil de sujetar que un particular de ella con solos quince infantes se alzó con su dominio en que se mantiene hasta el día?» Pretenden algunos, como dije, que vivamente penetrado Oretes en su corazón de este insulto, no tanto desease vengarlo en la persona del que se lo dijo, cuanto borrarlo con la ruina de Polícrates, ocasión inocente de aquella afrenta.

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