Pero no tardó mucho en vengar el cielo el execrable suplicio dado a Polícrates en la cabeza de Oretes, y fue del siguiente modo: Después de la muerte de Cambises, mientras que duró el reinado de los Magos, estuvo Oretes en Sardes quieto y sosegado, sin cuidar nada de volver por la causa de los persas infamemente despojados del imperio por los medos; antes bien, entonces fue cuando aprovechándose de la perturbación actual del estado, entre otros muchos atentados que cometió, quitó la vida no sólo a Mitrobates, general de Dascilio, el mismo que le había antes zaherido por no haberse apoderado de los dominios de Polícrates, sino también a Cranapes, hijo del mismo, sin atender a que eran entrambos personajes muy principales entre los persas. Y no paró aquí la insolencia de Oretes, pues, habiéndole después enviado Darío un correo, y no dándole mucho gusto las órdenes que de su parte le traía, armóle una emboscada en el camino y le mandó asesinar a la vuelta, haciendo que nunca más se supiese noticia alguna ni del posta ni de su caballo.