Otra fábula, pues por tal la tengo, corre aun sobre esta materia. Entró, dicen, no sé qué mujer persiana a visitar las esposas de Ciro, y viendo alrededor de Casandana unos lindos niños de gentil talle y gallardo continente, pasmada y llena de admiración empezó a deshacerse en alabanza de los infantes. —«Sí, señora mía, respondióle entonces Casandana, la esposa de Ciro, sí, estos son mis hijos; mas poco, sin embargo, cuenta Ciro con la madre que tan agraciados príncipes le dio: no soy yo su querida esposa, lo es la extranjera que hizo venir del Egipto.» Así se explicaba, poseída de pasión y de celos contra Nictetis: óyela Cambises, el mayor de sus hijos, y volviéndose hacia ella: «Pues yo, madre mía, le dice, os empeño mi palabra de que cuando mayor he de vengaros del Egipto, trastornándolo enteramente y revolviéndolo todo de arriba abajo.» Tales son las palabras que pretenden dijo Cambises, niño a la sazón de unos diez años, de las cuales se admiraron las mujeres; y que llegado después a la edad varonil, y tomada posesión del imperio, acordándose de su promesa, quiso cumplirla, emprendiendo dicha jornada contra el Egipto.