LVIII

Mas los buenos Sifnios nunca supieron atinar el sentido del oráculo, ni luego de recibido, ni después devenidos los samios, aunque estos, apenas llegados a la isla, destacaron hacia la ciudad una nave de su escuadra, que, según se acostumbraba antiguamente en toda embarcación, venía colorada y teñida de almagre. Esto era cabalmente lo que la Pitia en su oráculo les prevenía, que se guardasen, recelosos del rojo nuncio y del ejército de madera. Llegados a la ciudad los diputados de la armada samia, no pudiendo alcanzar de los Sifnios un préstamo de diez talentos que les pedían, sin más razones ni altercados empezaron a saquear la tierra. Corrió luego la voz por toda la isla, y saliendo armados los isleños a la defensa de sus propiedades, quedaron en campo de batalla tan deshechos que a muchos se les cerró la retirada hacia la plaza; y los samios, de resultas de esta victoria, por no habérseles prestado diez talentos, exigieron ciento de multa y contribución.

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