LX

Algo más de lo regular me voy dilatando al hablar de los samios, por parecerme que son a ello acreedores, atendida la magnificencia de tres monumentos, a los cuales no iguala ningún otro de los griegos. Por las entrañas de un monte que tiene 150 orgias de altura abrieron una mina o camino subterráneo, al cual hicieron dos bocas o entradas. Empezaron la obra por la parte inferior del monte, y el camino cubierto que allí abrieron tiene de largo siete estadios, ocho pies de alto, y otros tantos de ancho. A lo largo de la mina, excavaron después un conducto de 28 codos de profundidad y de tres pies de anchura, por dentro de la cual corre acanalada en sus arcaduces el agua, que tomada desde una gran fuerte, llega hasta la misma ciudad. El arquitecto de este foso subterráneo, que sirviera de acueducto, fue Eupalino el megarense, hijo de Naustrafo. Este es uno de los tres monumentos de Samos. El otro es su muelle, terraplén levantado dentro del mar, que tendrá 20 orgias de alto y más de dos estadios de largo. El tercero es un magnífico templo, el mayor realmente de cuantos he alcanzado a ver hasta ahora, cuyo primer arquitecto fue Reco, natural de Samos e hijo de Files. En atención a estos monumentos me he extendido en referir los hechos de los samios.

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