LXXIX

Muertos ya los dos magos y cortadas sus cabezas, los libertadores de Persia dejan en palacio a sus dos compañeros heridos, ya porque no podían éstos seguirles, ya también con la mira de que se quedasen por guardas del alcázar. Los otros cinco, sanos y victoriosos, salen corriendo de palacio con las dos cabezas en las manos, y lo llenan todo de tumulto y vocería. Convocando luego a los persas, con las cabezas pendientes de las manos, les van contando apresuradamente lo sucedido, y matando juntamente por las calles a cuantos magos les salen al encuentro. Los demás persas, teniendo a la vista la reciente hazaña de sus siete héroes, y patente a los ojos el embuste de los magos, miraban todos como un deber de honor y de justicia ejecutar otro tanto por su parte, y con el puñal en la mano no dejaban a vida mago alguno que pudiesen hallar. Tanta fue la carnicería, que si no la hubiese detenido la noche, no quedara ya raza de magos. Los persas miran como el mas solemne y memorable este día, en que celebran una gran fiesta aniversaria, a la que dan el nombre de Magofonía, no permitiendo que en ella comparezcan en público los magos, obligados severamente a mantenerse encerrados en su casa.

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