LXXXIV

Los seis grandes restantes de la liga continuaban en sus conferencias ordenadas a la mejor elección del monarca; y ante todo les parece establecer, que si la corona venía a recaer en alguno de los seis, se obligara éste a guardar a Otanes y a toda su descendencia el perpetuo privilegio de honrarse con la vestidura de los medos, y enviarle asimismo los legítimos regalos que se miran entre los persas como distinciones las más honoríficas. La causa de honrar a Otanes con esta singular prerrogativa fue por haber sido el principal autor y cabeza de la conjuración contra el Mago, aconsejándola a los demás compañeros de la liga. Respecto al cuerpo de los siete confederados, ordenaron: primero, que cualquiera de ellos, siempre que le pareciese, tuviera franca la entrada en palacio, sin prevención ni ceremonia de pasar antes recado, a no ser que el rey estuviese en su aposento en compañía de sus mujeres: segundo, que el rey no pudiera tomar esposa que no fuese de la familia de dichos confederados: finalmente, por lo tocante al punto principal de la elección al trono, acordaron tomar el medio de montar los seis a caballo en los arrabales de Susa, y nombrar y reconocer por rey a aquel cuyo caballo relinchase el primero a la salida del sol.

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