Establecidas así las cosas entre los persas, señaló Darío 20 gobiernos que llaman satrapías, y nombrando en ellos sus sátrapas o gobernadores, ordenó los tributos que debían pagársele, tasando cierta cantidad para cada una de aquellas naciones tributarias. A este fin fue reuniendo a cada nación algunos pueblos confinantes, que contribuyesen juntamente con ella, y esta providencia tomada para las provincias más cercanas la extendió a las gentes más remotas del imperio, encabezando unas con otras para el reparto de los ingresos de la corona. La forma guardada en la división de los gobiernos y en la distribución de los tributos anuales fue la siguiente. Ante todo mandó a los pueblos que solían contribuir con plata que le pagasen la contribución en talentos babilónicos, y a los que con oro en talentos euboicos: el talento babilónico corresponde a 70 minas euboicas. En el reinado de Ciro y en el inmediato de Cambises, no habiéndose fijado un arreglo todavía ni determinado una tasa individual acerca de los tributos, solían los pueblos contribuir a la corona con sus donativos; de suerte que Darío fue el autor de la talla determinada, de lo cual y de otras providencias de este género nació el dicho de los persas, que Darío fue un mercader, Cambises un señor y Ciro un padre; pues aquel de todo hacia comercio, el otro era áspero y descuidado, y este último muy humano y solícito en hacerlos a todos felices.