LXXXVIII

De este modo Darío, hijo de Histaspes, fue no solo proclamado en Susa, sino reconocido también por rey de todos los Vasallos del Asia a quienes antes Ciro y después Cambises habían subyugado. Pero en este número no deben entrar los árabes, que nunca prestaron vasallaje y obediencia a los persas, si bien como amigos y aliados quisieron dar paso a Cambises para el Egipto, al cual los persas no hubieran podido embestir con sus tropas si los árabes se les hubieran opuesto. Reconocido ya Darío rey de los persas, empezó sus nuevas alianzas, tomando por esposas de primera clase a las dos hijas de Ciro, llamada la una Atosa y la otra Aristona, aquella casada primero con su mismo hermano Cambises, y después con el mago; ésta doncella todavía. Casó asimismo Darío con otra princesa real llamada Parmis, hija del infante Esmerdis, y quiso también tener por esposa de primer orden a la hija de Otanes que había sido la primera en descubrir al mago impostor. Una vez que tuvo ya Darío seguro y afianzado el imperio en su persona, mandó lo primero erigir por monumento de su nueva grandeza y fortuna una estatua ecuestre de mármol con una inscripción grabada en ella que decía: «Darío, hijo de Histaspes, por el valor de su caballo (al cual nombraba allí por su propio nombre) y de su caballerizo Ebares, adquirió el reino de los persas.»

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