Volviendo a Cambises, no bien tomó la resolución de enviar sus espías a la Etiopía, cuando hizo venir de la ciudad de Elefantina a ciertos hombres de los Ictiófagos, bien versados en el idioma etiópico; y en tanto que llegaban, dio orden a su armada naval que se hiciera a la vela para ir contra Carchedon o Cartago. Representáronle los fenicios que nunca harían tal, así por no permitírselo la fe de los tratados públicos, como por ser una impiedad que la madre patria hiciera guerra a los colonos sus hijos. No queriendo concurrir, pues, los fenicios a la expedición, lo restante de las fuerzas no era armamento ni recurso bastante para la empresa; y esta fue la fortuna de los Carchedonios, que por este medio se libraron de caer bajo el dominio persiano; pues entonces consideró Cambises por una parte que no sería razón forzar a la empresa a los fenicios, que de buen grado se habían entregado a la obediencia de los persas, y por otro vio claramente que la fuerza de su marina dependía de la armada fenicia, no obstante de seguirle en la expedición contra el Egipto los naturales de Chipre, vasallos asimismo voluntarios de la Persia.