XLVII

Hechos en efecto los preparativos, emprendieron su expedición contra Samos, con la mira, según dicen los samios, de pagarles el beneficio que de ellos habían antes recibido los lacedemonios, cuando con sus naves les socorrieron contra los Mesenios; aunque si estamos a lo que los mismos lacedemonios aseguran, no tanto pretendían en aquella jornada vengar a los que les pedían socorro, como vengarse de dos presas que se les habían hecho, una de cierta copa grandiosa que enviaban a Creso, otra de un precioso coselete que les enviaba por regalo Amasis, rey de Egipto, el cual los samios habían interceptado en sus piraterías un año antes de robarles la copa regalada a Creso. Era aquel peto una especie de tapiz de lino entretejido con muchas figuras de animales y bordado con hilos de oro y de cierta lana de árbol, pieza en verdad digna de verse y admirarse, así por lo dicho como particularmente por contener el urdimbre de cada lizo, no obstante de ser muy sutil, 360 hilos, todos bien visibles y notables. Igual a este es el peto que el mismo Arriasis consagró en Lindo a Minerva.

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