XXXII

La muerte de esta princesa, no menos que la de Esmerdis, se cuenta de dos maneras. He aquí cómo la cuentan los griegos: Cambises se entretenía en hacer reñir entre sí dos cachorritos, uno de león y otro de perro, y tenía allí mismo a su mujer que los estaba mirando. Llevaba el perrillo la peor parte en la pelea; pero viéndolo otro perrillo su hermano, que estaba allí cerca atado, rota la prisión, corrió al socorro del primero, y ambos unidos pudieron fácilmente vencer al leoncillo. Dio mucho gusto el espectáculo a Cambises, pero hizo saltar las lágrimas a su esposa, que estaba sentada a su lado. Cambises, que lo nota, pregúntale por qué llora, a lo que ella responde que al ver salir el cachorro a la defensa de su hermano, se le vino a la memoria el desgraciado Esmerdis, y que esta triste idea, junto con la reflexión de que no había tenido el infeliz quien por él volviese, le había arrancado lágrimas. Esta vehemente réplica, según los griegos, fue el motivo por qué Cambises la hizo morir. Pero los egipcios lo refieren de otro modo: sentados a la mesa Cambises y su mujer, iba ésta quitando una a una las hojas a una lechuga: preguntándole después a su marido cómo le parecía mejor la lechuga, desnuda como estaba, o vestida de hojas como antes, y respondiéndole Cambises que mejor le parecía vestida: —«Pues tú, le replica su hermana, has hecho con la casa de Ciro lo que a tu vista acabo de hacer con esta lechuga, dejándola desnuda y despojada.» Enfurecido Cambises, dióle allí de coces, y subiéndosele sobre el vientre, hizo que abortara y que de resultas del aborto muriera.

Share on Twitter Share on Facebook