De esta especie de atentados, no menos locos que atroces, hizo otros muchos Cambises, así con sus persas, como con los aliados de la corona en el tiempo que se detuvo en Menfis, donde con nota de impío iba abriendo los antiguos monumentos y diciendo mil gracias insolentes y donosas contra las momias egipcias. Entonces fue también cuando entró en el templo de Vulcano, y se divirtió en él, haciendo burla y mofa de su ídolo, tomando ocasión de su figurilla, muy parecida en verdad a los dioses Pataicos fenicios que en las proas de sus naves suelen llevar los de Fenicia. Estos dioses, por si acaso alguno jamás los vio, voy a dibujarlos aquí en un rasgo sólo, con decir que son unos muñecos u hombres pigmeos. Quiso asimismo Cambises entrar en el templo de los Cabiros, donde nadie más que a su sacerdote es lícita la entrada; con cuyas estatuas tuvo mucho que reír y mofar, haciendo después del escarnio que las quemaran. Estas estatuas vienen a ser como la de Vulcano, de quien se dice son hijos los Cabiros.