Bastará ya lo dicho en este punto; y volviendo por fin a los persas, los vengadores de Feretina partidos de Egipto por orden de Ariandes, pusieron sitio a Barca, pidiendo luego que llegaron se les entregasen los autores de la muerte de Arcesilao, demanda a que los sitiados, que habían sido comúnmente cómplices en aquel homicidio, no querían consentir. Nueve meses duraba ya el asedio de la plaza, en cuyo espacio hicieron los persas minas ocultas hasta las mismas murallas, y dieron asimismo varios asaltos a la plaza, todos muy vivos y obstinados. Iba descubriendo las minas un herrero que se valía para dar con ellas de un escudo de bronce, el cual iba pasando y aplicando por la parte interior del muro: el escudo aplicado donde el suelo no se minaba, no solía resonar; pero cuando daba sobre un lugar que minasen los enemigos, correspondía el bronce con su sonido a los golpes internos de los minadores; y entonces eran perdidos los persas, a quienes con una contramina mataban los Barceos en las entrañas de la tierra. Hallado esto remedio contra las minas, se valían los Barceos del de su valor para rebatir sus asaltos.