Desde Auguila, después de un viaje de diez jornadas, se encuentra otra colina de sal con su agua y con muchas palmas frutales como lo son las otras, y con hombres que viven en aquel cerro que se llaman los Garamantes, nación muy populosa, quienes para sembrar los campos cubren la sal con una capa de tierra. Cortísima es la distancia desde ellos a los lotófagos, pero desde allí hay un viaje de treinta días hasta llegar a aquellos pueblos donde los bueyes van paciendo hacia atrás, porque teniendo las astas retorcidas hacia delante, van al parecer retrocediendo paso a paso, pues si fueran avanzando, no pudieran comer, porque darían primero con las astas en el suelo; fuera de lo dicho y en tener el cuero más recio y liso, en nada se diferencian de los demás bueyes. Van dichos Garamantes a caza de los etíopes Trogloditas, montados en un carro de cuatro caballos, lo cual se hace preciso por ser estos etíopes los hombres más ligeros de pies de cuantos hayamos oído hablar. Comen los Trogloditas serpientes, lagartos y otros reptiles semejantes: tienen un idioma a ningún otro parecido, aunque puede decirse que en vez de hablar chillan a manera de murciélagos.