CLXXXVII

Más allá de la laguna Tritónida, hacia Poniente, ni son ya pastores los Libios, no siguen los mismos usos, ni practican con los niños lo que suelen los Nómadas; pues que éstos, ya que no todos, que no me atrevo a decirlo absolutamente, por lo menos muchísimos de ellos, cuando sus niños llegan a la edad de cuatro años, toman un copo de lana sucia y con ella les van quemando y secando las venas de la coronilla, y algunos asimismo las de las sienes: el fin que en esto tienen es impedir que en toda la vida no les molesten las fluxiones que suelen bajar de la cabeza, y a esto atribuyen la completa salud de que gozan. Y a decir verdad, son los Libios los hombres más sanos que yo sepa; esto afirmo, pero sin atribuirlo a la causa referida. Si acontece que al tiempo de hacer la operación del fuego les den convulsiones a los niños, tienen a mano un remedio eficaz, a saber, echan sobre ellos la orina de un macho cabrío y vedlos ahí sanos; de lo cual tampoco salgo fiador, sino que cuento simplemente lo que dicen.

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