Había un egipcio en el ejército de Darío, que superaba con su grito a otro hombre cualquiera, al cual mandó Darío que puesto en el borde mismo del Danubio llamase por su nombre a Histieo el Milesio. Voceando estaba el egipcio cuando Histieo, oído el primer grito, arrimó todas sus naves para pasar el ejército, y volvió a unir las barcas para la formación del puente.