Por el mismo tiempo fue cuando pasó a Libia una grande armada, de cuya ocasión hablaré después de haberla preparado con esta previa narración. Aquellos pelasgos, infames piratas, que se llevaron las mujeres atenienses del pueblo de Braunon, echaron también violentamente de Lemnos a los descendientes de los campeones da la nave Argos. Viéndose estos echar de casa, navegaron para Lacedemonia; allá arribados y atrincherados en el monte Taigeto, encendieron allí fuego para dar señal de su venida, lo cual observado por los lacedemonios, les preguntaron por medio de un mensajero quiénes eran y de dónde venían. Respondieron ellos al enviado, que eran los Minias, descendientes de aquellos héroes de la nave Argos que, aportando a Lemnos, los habían allí engendrado. Oída esta relación, y viendo los lacedemonios que eran sus huéspedes de la raza de los Minias, pregúntanles de nuevo a qué fin habían venido a su tierra y dado aviso de su arribo con las hogueras; a lo que dijeron que echados de su casa por los pelasgos volvían a las de sus padres, cosa que les parecía muy puesta en razón; que lo que pedían era ser sus vecinos, tenor parte así en los empleos públicos como en las suertes y reparticiones de las tierras. Los lacedemonios tuvieron a bien dar la naturaleza a los minias con las condiciones mencionadas, a lo que les movió sobre todo el saber que sus Tindáridas habían navegado en la nave Argos; así que, habiéndoles naturalizado, les dieron sus suertes en las tierras, y se les repartieron en sus filas o distritos. Los minias tomaron desde luego mujeres hijas del país, y casaron con los hijos del mismo a las que consigo traían de Lemnos.