Esto sucede en las sepulturas de los reyes, por lo que toca a las de los particulares se sigue otro estilo. Cuando muere un escita, los parientes más cercanos le ponen en su carro y le van llevando por las casas de sus amigos. Cada uno de estos recibe con un gran convite a toda la comitiva, poniendo también al muerto la misma mesa que a sus conductores; pasados 40 días en tales visitas, al cabo lo entierran. Los escitas que le dieron sepultura usan de muchas ceremonias para purificarse: primero se refriegan y lavan la cabeza; y después para la lustración de todo su cuerpo plantan tres palos en tierra en forma de triángulo, cuyas puntas se unen por medio de su mutua inclinación; alrededor de los palos extienden un fieltro o encerado hecho de lana a manera de sombrero apretándolo lo más que pueden, sin dejar el más mínimo resquicio; y en medio de aquella estufa de lana tupida meten un brasero en forma de esquife y dentro unas piedras hechas ascua, todo con el fin de sahumarse como diré más adelante.