Entonces sucedió que uno de los persas llamado Eobazo, el cual tenía tres hijos y los tres partían para aquella jornada, suplicó a Darío que de tres le dejase uno en casa para su consuelo. Respondióle Darío, que siendo él su amigo y pidiéndole un favor tan pequeño, quería darle el gusto cumplido dejándole a los tres. Eobazo no cabía en sí de contento, creyendo que sus hijos quedaban libres y desobligados de salir a campaña; pero Darío dio orden que los ejecutores de sus sentencias matasen a todos los hijos de Eobazo, y de este modo, degollados, quedaron con su padre.