Fuese luego el enviado a dar cuenta de todo a los suyos. Vino entretanto la aurora, y halló a los lacedemonios todavía riñendo y altercando. Detenido Pausanias hasta aquella hora, pero creído al cabo de que Amonfareto al ver partir a los lacedemonios no querría quedarse en su campo, lo que en efecto sucedió después, dio la señal de partir, dirigiendo la marcha de toda su gente por entre los collados vecinos, y siguiéndole los de Tegea. Formados entonces los atenienses en orden de batalla, emprendieron la marcha en dirección contraria a la que llevaba Pausanias, pues los lacedemonios, por temor de la caballería, seguían el camino entre los cerros y por las faldas del Citerón, y los atenienses marchaban hacia abajo por la misma llanura.