LXXVII

No bien se separó de aquel lugar la desertora, cuando las tropas de Mantinea, concluida ya la acción, se presentaron en el campo; y en prueba de lo mucho que sentían su negligencia, confesábanse ellos mismos merecedores de un buen castigo, que no dejarían de imponerse. Informados, pues, de que los medos a quienes capitaneaba Artabazo se habían librado entregándose a la fuga, a pesar de los lacedemonios, que no convenían en que se les diese caza, fueron con todo persiguiéndoles hasta la Tesalia; y vueltos a su patria los mismos mantineos, echaron de ella a sus caudillos, condenándolos al destierro. Después de ellos, llegaron al mismo campo los soldados de Elea, quienes, muy apesadumbrados por su descuido, enviaron asimismo desterrados a sus comandantes, una vez regresados de la expedición a su patria: y esto es cuanto sucedió con los de Mantinea y con los Eleos.

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