VIII

Oída por los Eforos la embajada, difirieron para el otro día la respuesta, y al otro día la dilataron para el siguiente, y así de día en día, dándoles más y más prórrogas, fueron entreteniéndoles hasta el décimo. En tanto, no se daban manos los peloponesios en fortificar al istmo, siendo ya muy poco lo que faltaba para dar fin y remate a las obras. No sabría yo, en verdad, dar otra razón de la conducta de los lacedemonios en haber tomado antes con tanto ahínco el impedir la confederación de los atenienses con los medos, cuando vino a la ciudad de Atenas Alejandro el macedonio, y en no dar luego a todo ello importancia alguna, sino el decir que teniendo últimamente del todo fortificado el istmo, parecíales ya que para nada necesitaban de Atenas, al paso que antes, al tiempo en que llegó Alejandro a aquella ciudad, no habiendo murado todavía y hallándose puntualmente en la mitad de aquellas obras, temían mucho en ser acometidos por el persa, si no lo impedían los atenienses.

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