Los bárbaros muertos en la batalla de Maratón subieron a 6.400; los atenienses no fueron sino 192; y este es el número exacto de los que murieron de una y otra parte. En aquel combate sucedió un raro prodigio: en lo más fuerte de la acción, Epicelo, ateniense, hijo de Cufágoras, peleando como buen soldado cegó de repente sin haber recibido ni golpe de cerca, ni tiro de lejos en todo su cuerpo; y desde aquel punto quedó ciego por todo el tiempo de su vida. Oí contar lo que él mismo decía acerca de su desgracia, que le pareció que se le ponía delante un infante elevado, cuya barba le asombró y le cubrió todo el escudo, y que pasando de largo aquel fantasma mató al soldado que a su lado tenía: tal era, según me contaban, la narración de Epicelo.