Quiso la desgracia que los atenienses, por no haber tenido a punto una armada que pudieran oponer a la de los eginetas, no acudieron al plazo señalado; de suerte que entretanto que negociaban con los de Corinto para que les dieran sus buques, pasada la ocasión, se malogró la empresa. En efecto, aunque los corintios, que eran a la sazón los mayores amigos de Atenas, dieron a los atenienses veinte naves que les pedían so color de vendérselas a cinco dracmas por nave, y esto por no faltar a la ley que les prohibía dárselas regaladas, los atenienses con todo, formando con estas naves cedidas y con las suyas bien armadas una escuadra de setenta naves y navegando hacia Egina, no pudieron llegar a ella sino un día después del término convenido.