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Cuando vio, pues, Nicodromo que al tiempo prefijado no parecían los atenienses, tomó entonces un barco y escapóse de Egina en compañía de los paisanos que seguirle quisieron. A todos estos desertores dieron los atenienses casa y acogida en Sunio, lugar de donde solían ellos salir a talar y saquear la isla de Egina; bien que esto sucedió algún tiempo después.

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