Era, en efecto, el pretexto de aquella expedición el hacer la guerra a las dos ciudades mencionadas; pero el intento principal no era menos que el de conquistar para la corona todas las ciudades de la Grecia que pudiesen. Desde luego con la armada sujetaron a los de Taso, los cuales ni aun osaron levantar un dedo contra los persas: con el ejército de tierra agregaron a los Macedones a los vasallos que allí cerca tenían; pues ya antes les reconocía por señores todas aquellas naciones vecinas que moran más acá de la Macedonia. Dejando vencida a Taso, iba la armada naval costeando el continente que está frontero, hasta que aportó en Acanto. Salida después de allí, y procurando vencer el cabo del monte Atos, se levantó contra las naves el viento Bóreas con tal ímpetu y vehemencia, que arrojó un gran número de ellas contra dicho promontorio, donde es fama que trescientas fueron a estrellarse, pereciendo en ellas más de veinte mil personas; pues como aquellos mares abundan de monstruos marinos, muchos de los náufragos cerca de Atos fueron de ellos arrebatados y comidos; muchos perecieron arrojados contra las peñas; algunos por no saber nadar se ahogaban, y otros morían de puro frío. Tal desventura cargó sobre aquella armada.