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Si Histieo, puesto que fue cogido vivo, hubiera sido presentado asimismo a Darío, éste, a mi modo de entender, le hubiera perdonado la ofensa pasada, y aquél nada hubiera tenido que sufrir de parte del ofendido. El daño estuvo en que el virrey de Sardes Artafernes y Hárpago, el general de las tropas, a fin de impedir que perdonado Histieo volviera de nuevo a la gracia y privanza del soberano, luego que llegó a Sardes prisionero, pusieron su cuerpo en un palo y enviaron a Susa su cabeza embalsamada para que la viera Darío. Sabedor, en efecto, el monarca de aquel hecho, desaprobando la resolución, reprendió a los ministros autores de ella, porque no le habían presentado vivo el prisionero de guerra. Respecto a la cabeza de Histieo, ordenó que lavada y decorosamente amortajada se le diese honrosa sepultura, siendo de un varón singularmente benemérito, así de su real persona como del imperio de los persas. Así vino a terminar Histieo.

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