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No por esto logró que le diese crédito Jerjes, quien se estuvo quieto cuatro días esperando que los griegos se entregasen por instantes a la fuga. Llegado el quinto, como ellos no se retirasen de su puesto, parecióle a Jerjes que nacía aquella pertinacia de mera desfachatez y falta de juicio, y lleno de cólera envió contra ellos a los medos y Cisios, con la orden formal de que prendiesen a aquellos locos y se los presentasen vivos. Acometen con ímpetu gallardo los medos a los griegos, caen muchos en la embestida, vanles otros sucediendo de refresco, y por más que se ven violentamente repelidos, no vuelven pie atrás. Lo que sin duda logran con aquello es hacer a todos patente, y mayormente al mismo rey, que tenía allí muchos hombres, pero pocos varones esforzados. La refriega empezada duró todo aquel día.

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