CCXI

Como los medos se retirasen del choque, después de muy mal parados en él, y fuesen a relevarles los persas entrando en la acción, hizo venir el rey a los Inmortales, cuyo general era Hidarnes, muy confiado en que éstos se llevarían de calle a los griegos sin dificultad alguna. Entran, pues, los Inmortales a medir sus fuerzas con los griegos, y no con mejor fortuna que la tropa de los medos, antes con la misma pérdida que ellos, porque se veían precisados a pelear en un paso angosto, y con unas lanzas más cortas que las que usaban los griegos, no sirviéndoles de nada su misma muchedumbre. Hacían allí los lacedemonios prodigios de valor, mostrándose en todo guerreros peritos y veteranos en medio de unos enemigos mal disciplinados y bisoños, y muy particularmente cuando al volver las espaldas lo hacían bien formados y con mucha ligereza. Al verlos huir los bárbaros en sus retiradas, daban tras ellos con mucho alboroto y gritería; pero al irles ya a los alcances, volvíanse los griegos de repente y haciéndoles frente bien ordenados, es increíble cuánto enemigo persa derribaban, si bien en aquellos encuentros no dejaban de caer algunos pocos espartanos. Viendo los persas que no podían apoderarse de aquel paso, por más que lo intentaron con sus brigadas divididas, y con sus fuerzas juntas, desistieron al cabo de la empresa.

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