Los tebanos a quienes mandaba Leontiades, todo el tiempo que estuvieron en el cuerpo de los griegos peleaban contra las tropas del rey obligados de la necesidad; pero cuando vieron que se declaraba la victoria por los persas, separándose de los griegos que con Leonidas se retiraban aprisa hacia el collado, empezaron a tender las manos y acercarse más a los bárbaros, diciendo que ellos seguían el partido de los medos (y nunca más que entonces dijeron la pura verdad), que habían sido los primeros en entregar todas sus vidas y haciendas, la tierra y el agua al arbitrio del rey, que precisados de la violencia habían venido a Termópilas, ni tenían culpa en el daño y destrozo que había sufrido el soberano. Por estas razones que en su favor alegaban y de que tenían allí por testigos a los tesalos, dióseles cuartel, aunque no por eso lograron muy buen éxito, porque los bárbaros mataron a algunos al tiempo que los prendían conforme llegaban, y a los más, empezando por su general Leontiades, se les marcó por orden de Jerjes con las armas o sello real como viles esclavos. Hijo fue del dicho Leontiades aquel Eurimaco a quien algún tiempo después, siendo caudillo de 400 soldados tebanos, mataron los platenses, de cuya plaza se habían apoderado.